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José María Díaz Díaz
Lunes, 29 de junio 2015, 12:14
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El calor derrite hasta las piedras y el agua escasea tanto que cuando los niños llegan por primera vez a España no pueden creer que con solo girar la mano sobre un grifo comiencen a chorrear litros sin que a nadie parezca preocuparle. Proceden de Tinduf, una zona del desierto argelino reservada para los refugiados saharauis, una zona árida, calcinada por el sol, azotada por las bajas temperaturas de la noche, donde ni las rocas resisten las extremas variaciones en el termómetro.
Ocupan este terreno porque les está vedado el regreso a su país de origen, un territorio que sus antecesores tuvieron que abandonar por la fuerza a finales de la década de los setenta del pasado siglo y que todavía hoy, sus descendientes considera como propio, sin que la mayor parte de esta población desplazada haya podido conocerlo siquiera. Es su soñado Sahara, su tierra prometida, a la que todos ansían regresar, aunque para la mayor parte de la población actual no sea más que una quimera, casi una leyenda de esas que cuentan los mayores.
Pero el problema existe y cada pocos meses vuelve a saltar a la actualidad informativa, con pequeñas escaramuzas entre el denominado Frente Polisario (el ejército de combatientes saharauis) y el Ejército marroquí, que ha ocupado la mayor parte de la antigua colonia española del Sahara Occidental. Por ello, las autoridades saharauis intentan todos los años alejar a los más pequeños de la crudeza de los campos de refugiados y ofrecerles la oportunidad de disfrutar de unos meses tranquilidad, alegría y también salud.
Campos de Tinduf
Se trata del programa Vacaciones en Paz, que cada año, en colaboración con las asociaciones españolas de apoyo al pueblo saharaui, consigue traer hasta España a cientos de niños procedentes de los campos de refugiados de Tinduf.
Palencia no es ajena a este movimiento, y desde hace décadas los niños saharauis han aprendido a disfrutar de aspectos cotidianos de la vida diaria, como el agua corriente, la electricidad o la visita a un dentista. Vienen todos los veranos y conviven con familias palentinas que les acogen como si se trataran de un hijo más. Tanto, que, en muchos casos, esa relación se consolida hasta tal extremo que los pequeños repiten año tras año y los niños no dudan en manifestar que son afortunados por tener dos familias.
Este año, las dos asociaciones que operan en Palencia, Amigos del Pueblo Saharaui y Palentina con el Pueblo Saharaui, han vuelto a participar en el programa de Vacaciones en Paz, y 38 niños han podido cambiar por unas pocas semanas las incomodidades del desierto por los atractivos que ofrece la capital palentina, aunque también otras muchas localidades de la provincia, de norte a sur, desde Dueñas a Aguilar de Campoo, puesto que cada vez son más las familias de los pueblos que se animan a participar en esta experiencia de los acogimientos temporales de menores.
La Asociación de Amigos de Pueblo Saharaui ha logrado este año implicar a 25 familias palentinas en el programa estival. Los primeros 22 niños llegaron el pasado lunes en un vuelo que aterrizó en Villanubla. Los tres restantes, se han ido incorporando a sus hogares palentinos a lo largo de los días siguientes, a medida que han podido embarcar en vuelos regulares entre Argelia y el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas.
El presidente de los Amigos del Pueblo Saharaui abre también una puerta a la esperanza, puesto que este último año se está apreciando un incremento en el interés por la acogida de niños saharauis. «En Palencia se ha dado la circunstancia de que algunas familias se han tenido que quedar sin acogida, porque nos ha resultado técnicamente imposible traer más niños. Han decidido apuntarse demasiado tarde al programa, cuando ya estaba cerrado y contratado el vuelo chárter que llegó a Villanubla el pasado lunes, y sin que haya resultado posible acomodar a los niños en otros vuelos desde el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas. Es una situación insólita, porque en el resto de las provincias cercanas, como Burgos o Segovia apenas han podido encontrarse familias de acogida, y sin embargo, en Palencia nos han sobrado. Es una lástima, porque si se hubiesen inscrito antes, sí hubiéramos podido traer más niños. O se hubiese fletado un vuelo chárter de mayor capacidad o habríamos intentando encontrar más plazas en los vuelos regulares. Pero no es fácil, porque siempre que viajan los niños saharauis, hay que contar también con monitores y representantes del Gobierno saharaui en el exilio», apunta Jesús Merino.
También los 13 niños que han llegado de la Asociación Palentina con el Pueblo Saharaui se encuentran ya en la provincia. En primer lugar, el pasado lunes, llegaron tres de los pequeños a Villanubla, mientras que los diez restantes aterrizaron el viernes en Madrid, en donde ya les esperaban sus nuevas familias palentinas, para acompañarles a sus respectivos destinos, repartidos por toda la geografía palentina. «Esta vez no han podido venir todos juntos para que los gastos fueran menores, puesto que los vuelos a Madrid nos salen más baratos», explica Anna Cristina Aparicio, presidenta de la organización, quien destaca que una de las prioridades de su asociación es la atención sanitaria. «Aprovechamos siempre este periódico para que los niños puedan pasar por la consulta de un dentista y de un oftalmólogo, ya que, por desgracia, en los campos de refugiados no tienen estas posibilidades. Hemos conseguido acuerdos con algunas clínicas y toda la atención que prestan a los niños es gratuita, por lo que les estamos muy agradecidos», indica, al tiempo que recuerda que los pequeños además de diversión tienen una apretada agenda social e institucional, con recepciones como la que recibirán hoy lunes en el Ayuntamiento de Palencia.
Largo y complicado
También Jesús Merino, presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui, reconoce que no siempre resulta fácil traer a los niños. «Es un trabajo largo y muy complicado, que tampoco resulta barato. El viaje de cada niño nos cuesta alrededor de 700 euros, por lo que hay que hacer grandes esfuerzos durante todo el año. Necesitamos contar con subvenciones de las administraciones públicas, cuya ayuda es fundamental, y además continuamente organizamos actividades para recaudar fondos que destinamos a este programa, con el fin de traer al mayor número posible», señala Jesús Merino, quien, sin embargo, lamenta que en los últimos años el número de niños saharauis que viaja a España en verano es muy inferior que hace una década.
«Recuerdo que hace unos años llegábamos a la totalidad de los niños que habían nacido en un mismo año. Si los traíamos con 7 años, venían todos los nacidos en el mismo año, pero ya no es así. Las asociaciones no podemos asumir todos y viajan más o menos la mitad. Los nacidos hasta un determinado mes, e incluso ahora vienen con mayor edad, de unos 9 años. A lo mejor vienen los nacidos hasta junio, y al año siguiente, los restantes», explica Jesús Merino, quien incide en que la crisis económica que viene sufriendo España desde 2008 ha resultado especialmente negativa para la acogida de niños saharauis. «Ahora cuesta más que las familias se impliquen, y traemos menos niños, eso es evidente, pero no podemos bajar la guardia ni dejar de luchar», señala Merino.
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