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Sinesio Vega y Lupicina Ruiz, en el salón de su casa, con fotos de su amplia familia.
La familia y muchos más

La familia y muchos más

Un matrimonio casi nonagenario de Pino del Río tiene 11 hijos, 17 nietos, 18 bisnietos y un tataranieto

CONCHI VICENTE GARCÍA (ICAL)

Domingo, 25 de enero 2015, 13:11

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Después de once hijos, 17 nietos y 18 bisnietos, Iker se ha convertido en el niño de sus ojos. A Sinesio y Lupi se les ilumina la mirada y se les dibuja una amplia sonrisa en el rostro cuando hablan del pequeño. No les duelen prendas en presumir sobre sus grandes cualidades, pese a su corta edad, que no llega a los tres años, y no es para menos, ya que además de cariñoso y simpático, Iker es su tataranieto.

Sinesio Vega Gutiérrez, que está a punto de cumplir los 90 años, y Lupicinia Ruiz Treceño, también casi nonagenaria, reconocen con orgullo que son muy pocos los matrimonios que han logrado reunir tantas generaciones y hacerlo, además, a una edad tan temprana.

Una fotografía con todos los miembros de las cinco generaciones de su familia preside su casa de Pino del Río, en el norte de la provincia, y un lugar especial en el mueble del salón está ocupado por una instantánea de Iker.

Sinesio, conocido no solo en el pueblo sino en toda la comarca por regentar durante décadas un bar que lleva su nombre y que todavía permanece abierto, cuenta que ya cumplió un récord cuando fue abuelo por primera vez, pues no tenía cumplidos los 40 años. La precocidad de su primer nieto Javier para tener a su primogénita y la juventud de ésta para traer al mundo a Iker les ha convertido en unos tatarabuelos casi únicos en España.

Lupi relata divertida que su casa siempre ha estado llena de niños y que hijos se mezclaban con nietos en un incesante trajín diario de comidas, lavado de ropa y limpieza de un casa a la que la niñez nunca ha abandonado.

Complejo árbol genealógico

«Tenemos un yerno que es de la edad de Sinesio y ya hemos celebrado las bodas de oro de nuestra primera hija», pone como ejemplo de su complicado árbol genealógico, en el que los sobrinos son mayores que los tíos y el tataranieto de tres años está a punto de conocer a dos gemelos recién nacidos, bisnietos del matrimonio, que ya no son capaces de dilucidar cuál es la relación de parentesco entre los pequeños.

Pese al buen estado de su memoria, ni Sinesio ni Lupiciana son capaces de recordar las fechas de cumpleaños de todos los miembros de su familia y se pierden al contar cuántos son, aunque haciendo repaso de uno por uno logran hacer la suma final que roza el medio centenar. «Todos estamos vivos, gracias a Dios. Aunque he tenido once hijos, ninguno ha muerto», dice satisfecha Lupi, que precisa que además la relación entre todos es muy buena, algo complicado de lograr en una familia tan amplia.

Casi todos viven fuera del pueblo y están dispersos por toda la geografía española, pero pese a ello procuran reunirse al menos una vez al año y suele ser con motivo del santo de Sinesio, lo que llena de satisfacción al tatarabuelo.

Iker vive con su madre en Zaragoza y suele viajar hasta Pino del Río con frecuencia y pasar buena parte de las vacaciones en la casa de sus tatarabuelos. «Nos trae locos este guaje; es más salado y espabilado...», confiesan casi al unísono Sinesio y Lupi, que no ha dejado de disfrutar de la candidez y frescura de la infancia de toda su familia durante los 70 años en los que ha visto nacer y crecer 46 niños en su prolija casa que aún les pueden dar más miembros.

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