El vermú

Sánchez y Casado, pudientes ambos, tenían la oportunidad de habérselo tomado el lunes pasado. Quedaron a las doce, a la hora del vermú, pero en lugar de hacerlo en una tasca se reunieron en la sala Tàpies, un lugar luminoso, blanco, quirúrgico, decorado con un par de sillas Barcelona, sofás inmaculados y arte contemporáneo español. Ahí, como mucho, te pueden servir un agua con gas. O un café de cápsula. Y así no se puede solucionar nada. Para acercar posturas se necesitan taburetes cojos, un mostrador de madera desgastada y una pared donde cuelga un calendario atrasado de Fontanería Hermanos Plómez. Y, sobre todo, ganas de hablar, aunque sea de política. Pero los dos pudientes, que podrían haber hecho algo, tampoco hicieron nada esta vez. No esperábamos menos. A ver si, en la ciudad con más bares de España, son capaces de encontrar alguno entre Moncloa y Génova 13 para tomarse lo que ellos quieran; hasta una cerveza sin alcohol, si es menester. Y que nos lo apunten en la cuenta, que ya pagamos nosotros. Para variar.