Al turrón
Dimitir no es un nombre ruso, es una acuñación de la calle
Venga majos, ahora al turrón, decía ayer el castizo segoviano. Y del duro, añadía al conocer el resultado de callejón oscuro en el que se ... han metido los políticos. Algunos ya han encontrado la salida en la primera puerta –se veía bien, era naranja– y alguno más debería buscar por donde ahuecar el ala con la cabecita baja y la mirada hacia el suelo.
Dimitir no es un nombre ruso, es una acuñación de la calle en la época en la que gobernaba Mariano Rajoy; y cesar no es un emperador romano, agregaban con algo de saña ante la retranca y tancredismo del gallego más gallego jamás visto. La guasa puede aplicarse hoy para que alguno más camine por el callejón y encuentre una puerta antes de que llegue al final de este nuevo proceso de constitución de las Cortes y elección de presidente y se excuse en que el callejón no tiene salida. Que nos conocemos.
A ver, al turrón, que llega la Navidad y hay que comprarlo para luego repartirlo entre los comensales. Que ya no cabe la desfachatez y el desahogo de echar la culpa al empedrado del callejón y hay que ponerse de acuerdo para gobernar o, de lo contrario, dimitir y dejar paso al ruso siguiente. Todo lo demás son pamplinas, que alegó un abogado segoviano en un juicio, en un término de neto sabor jurídico.
Desconozco cómo pueden contribuir a encontrar la salida del callejón los siete magnifícos segovianos que mandamos del pueblo al foro, tres al Congreso y cuatro al Senado. Me temo que la disciplina de esas organizaciones tan jerarquizadas –por ser suave con el calificativo– les deja un margen indigente respecto a sus jefes, porque en esta vida todos tenemos señoritos.
Seguro que envidiarán al colega de oficio de Teruel Existe, que además de poner a su pueblo en el mapa piensa que es libre porque anda suelto, que dice el bolero, y defiende el turrón de su terruño.
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