Higinia Garay

Los dos sexos

«No cuesta reconocer que un ansia común recorre todas las épocas evocando la soledad y la fragilidad del ser humano»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 19 de febrero 2021, 07:34

He leído seguidos dos libros muy distintos. Casi contrarios. O contrarios sólo para algunos lectores. Quizá hablen de lo mismo, aunque parecen opuestos. Los separan ... cincuenta años, más o menos. Medio siglo de historia que ha hecho mella en la parte más blanda del sujeto: el deseo.

Publicidad

El primero es de Miguel Delibes. Cuenta con ardor y desaliento la muerte de su esposa. 'Señora de rojo sobre fondo gris' es un libro tan personal como bello. Es la historia de una desolación. El arte de la frase puesta al servicio de la emoción, la tristeza y el desamparo tras la muerte de la mujer amada. Su rostro corresponde al ideal de la esposa clásica. Bella, inteligente, diligente ama de casa, madre tierna de siete hijos, práctica, con don de gentes, sutil y hábil en el trato con su particular marido, pudorosa, devota y envidiada.

El segundo no es un libro de homenaje y consolación como el anterior. A lo sumo es una investigación, una justificación quizá. Está escrito por una periodista argentina de treinta años. Una milenial. Es 'El fin del amor', de Tamara Tenenbaum. Ahora estamos ante una mujer soltera, huida de una comunidad ortodoxa judía, que intenta adaptarse a las leyes laicas y feministas de su nuevo entorno. Prefiere, por lo tanto, hablar de mi pareja, mi novio o mi chico, antes que de mi marido. Disfruta con una relación abierta. Le atrae el placer fogoso, libre y compartido, sostenido bajo vínculos simétricos y sin estereotipos antiguos. Aunque asume que quizá caiga en otros tópicos inevitables que uno mismo va construyendo a lo largo de su vida. Necesita amar y que la amen, pero duda sobre cómo retener a un hombre. Vacila entre el poliamor, la monogamia prolongada o las monogamias seriales, cortas y sucesivas. Se reconoce indecisa ante la fidelidad pero hostil ante la ocultación o la falta de honestidad.

El interrogante que nos asalta a bocajarro consiste en decidir si los deseos profundos de Ángeles de Castro y Tamara Tenenbaum son o no los mismos. Si bajo apariencias distintas no luce una misma necesidad. Una necesidad perenne por otra parte, ajena a las vicisitudes culturales e históricas. Nos gustaría preguntarle a Ovidio si en su 'Arte de amar' observaba algo distinto. «Despójate del orgullo, quienquiera que seas, si te preocupas porque perdure tu amor», escribió el poeta romano. No cuesta reconocer que un ansia común recorre todas las épocas evocando la soledad y la fragilidad del ser humano.

Publicidad

Pero qué decir de los deseos más superficiales. Cómo comparar los hábitos amorosos y sexuales de una pareja feliz y romántica, en el Valladolid de la segunda mitad de siglo, con los de una joven bonaerense que, a la espera de un amor incierto, participa del mercado del deseo, se postula a chica Cool y se cita libremente en Tinder. Es más de lo mismo o el feminismo ha socavado finalmente la dictadura del varón y ha hecho posible a la mujer.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad