Saber o no saber
Crónica del manicomio ·
Nunca está de más hacerse de cuando en cuando el muerto. La inteligencia se nota, pero no se debe demostrar. Demostrar inteligencia exige capacidad para pasar desapercibido y saber callarEn el Eclesiastés, uno de los llamados libros sapienciales, leemos que «donde abunda la sabiduría, abunda el dolor». El conocimiento añade sufrimiento, según este ... supuesto bíblico.
En nuestra cultura cristiana, el saber siempre ha estado acorralado y sometido a escarmiento. Mientras que en el mundo helenístico la moral del ciudadano clásico dictaba que el sabio siempre era feliz, la nuestra parece inclinarse mejor por la ignorancia como garantía de serenidad y equilibrio. La prohibición de comer del árbol de la sabiduría, entendido como pecado original, sigue imponiéndose como troquel moral de nuestro conocimiento.
Ahora bien, esto no dejan de ser frases. Son citas cultas que cada uno usa a conveniencia pues encajan siempre con cualquiera de los lados del problema. Pues los problemas tienen lados. Son siempre poliédricos, o no son problemas, sino verdades de fe. Su uso, por consiguiente, es retórico y tanto pueden leerse en un sentido como del revés. Así sucedió recientemente en el Parlamento, donde todos citaban a Azaña para zaherir al oponente, como si sus frases fueran dardos o piedras de palabras, sin aclarar ninguno lo que realmente pensaba del asunto ese hombre ejemplar y memorable.
En realidad, intercalar una cita para exponer mejor las ideas de su autor puede ser una estrategia pertinente, pero citar a alguien para contravenir a un interlocutor siempre añade una trampa o algún inconveniente. Sospechar de los que citan mucho es una medida sensata. Más que nada porque cuando las citas son escasas iluminan y sazonan bien el discurso o el texto de alguien, pero dichas en abundancia suenan como un sonajero que no deja oír la voz.
Los médicos que se dedican a cuidados paliativos conocen bien la relación de las personas con el saber, al menos con el saber de las cosas decisorias que afectan a la vida. Hay quien pide que se le informe de todo, de la gravedad de su dolencia y del tiempo que puede permanecer, y también hay quien desde el primer momento hace como que no se entera, agradece el silencio y se comporta como si no pasara nada ni el mal fuera con él. Unos piden aclaración y otros lo tienen tan claro que hacen como que no lo ven.
De los que permanecen tranquilos en la ignorancia podemos pensar que viven de espaldas a la realidad y probablemente también nos den la espalda a nosotros. Así que, en principio, preferimos tener delante a quien elige conocer las cosas a fondo y estar enterado de cuanto le concierne. Pero también puede resultar muy molesto y cruel quien a toda costa va con la verdad en la frente. Quien te espeta siempre la verdad puede resultar muy violento. Nunca está de más hacerse de cuando en cuando el muerto. La inteligencia se nota, pero no se debe demostrar. Demostrar inteligencia exige capacidad para pasar desapercibido y saber callar.
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