La risa
«Los jóvenes son inmortales por naturaleza, pero si bajan la guardia por en peligro a sus padres y abuelos»
Vienen mal dadas. La angustia de la peste nos acogota porque detrás de la peste late el revés tirano de la muerte. Los que han ... caído y los que pueden caer si esto no para. Cualquiera de nosotros, sobre todo a partir de los sesenta, se sitúa en zona de riesgo. Los jóvenes son inmortales por naturaleza, pero si bajan la guardia ponen en peligro a sus padres y a sus abuelos y están obligados al sacrificio solidario.
La peste acapara los medios a cualquier hora del día. Leo como un descosido para escapar de la angustia. Pero algunos libros arrastran a intrigas y tensiones que resultan una carga añadida innecesaria. Para liberarme de la opresión acudo a Cunqueiro; abro cualquiera de los muchos libros de artículos que se han recopilado y, de pronto, me veo riendo, a veces levemente, a veces, a carcajada limpia.
La risa como liberación. Muchos de sus artículos fueron escritos en la larga posguerra. El propio Cunqueiro, tan trapisondista, hubo de utilizar seudónimos para seguir publicando en una época de hambre y persecuciones. Las fotos de la gente lo atestiguan con sus caras famélicas y macilentas. Además de comer, necesitamos la risa. Don Álvaro, para aliviar las necesidades más perentorias, contaba historias de tesoros, de curanderos, de aparecidos, de esquiladores, de boticas y de tabernas en las que siempre había un cazador parecido al del cuento que vio venir volando hacia su casa una bandada de palomas tan grande que cargó la escopeta y pegó dos tiros al buen tuntún por el hueco de la chimenea y cayeron abatidas al hogar una docena de palomas.
Uno quisiera contar como don Álvaro. No añadir dramatismos al drama. Provocar risa es lo más revolucionario que puede hacer un artista. Qué bien lo sabía Darío Fo, que tanto nos ha hecho reír. El teatro, el cine o la literatura son tan solo un soporte. Me acuerdo de 'Ser y no ser', la película de Lubitsch, rodada en plena guerra y que se proyectaría en las ciudades angustiadas y en el frente para dar ánimos a las tropas, pero que, como 'El gran dictador', ha seguido despertando carcajadas a las generaciones posteriores. Personajes que caminan por el filo de la navaja y que, pese a todo, se la juegan para salir adelante.
Uno imagina a los científicos de los que tanto esperamos contándose chistes en los laboratorios para destensar la angustia de la responsabilidad. Su tarea resulta decisiva. Por ello, precisamente por ello, han de trabajar relajados y alegres, como el funambulista que atraviesa un abismo sobre el alambre silbando una canción. Para eso sirve la risa, para poner una nota de humanidad a nuestro alrededor. Un niño que ríe es un ángel que vuela.
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