La riqueza de las regiones
Extremadura, siempre al final
La Fundación de Estudios de Economía Aplicada, Fedea, un 'think tank' fundado por Luis Ángel Rojo en los ochenta cuando él era director general de ... Estudios del Banco de España, mantiene hoy su vigor gracias a la potencia financiera que le otorgan sus patronos, y confecciona estudios de gran valor a la hora de seguir las vicisitudes de este país y proponer soluciones a los problemas. Su estudio más reciente se titula 'La dinámica territorial de la renta en España', está firmado por Ángel de la Fuente (director también de Fedea) y analiza la evolución en términos de renta per capita de las comunidades autónomas o sus territorios precedentes entre 1955 y 2018.
El estudio concluye con buenas y malas noticias. La mejor de todas es que la diferencia de la renta per capita entre la región más rica de España (el País Vasco en 1955; Madrid en 2018) y la más pobre (Extremadura en ambos casos) se ha reducido a la mitad. La mala noticia es que las regiones que ya estaban postergadas en 1955 (la mencionada Extremadura, Galicia, Castilla-La Mancha y Canarias) se mantienen en el grupo de cola, al que se ha añadido también, en un desplome histórico, Andalucía.
El estudio divide España en cinco macrorregiones y se fundamenta en la descomposición de la renta per capita en tres componentes: demografía, empleo y productividad. En los cincuenta del pasado siglo, las diferencias entre regiones provenían sobre todo de la productividad; progresivamente, el empleo ha adquirido relevancia, y el aumento del paro ha tenido un claro efecto en la profundización de las diferencias a partir de la década de los setenta del pasado siglo y sobre todo con la crisis de 2008.
La organización territorial del Estado ha cambiado radicalmente con el paso del régimen franquista a la democracia actual, pero como es manifiesto las diferencias se han conservado, aunque sean hoy menos lacerantes que antaño porque las regiones 'pobres' han alcanzado también niveles de desarrollo suficiente y han podido limitar los efectos negativos de la falta de recursos mediante los servicios públicos que proporciona el estado de bienestar. Sin embargo, aunque se han reducido diferencias, no se ha conseguido revertir las tendencias ni producir un efecto redistributivo capaz de igualar a largo plazo las regiones ricas y pobres.
No estamos en tiempos de planificación, obviamente, pero sí de políticas de cohesión, como las que ha practicado la Unión Europea para conseguir el desarrollo del Sur. España se ha acercado a los promedios europeos gracias, en parte, a estas políticas. Aquí, en cambio, está faltando la visión de Estado que proponga claramente aproximar unas rentas todavía muy dispares entre ricos y pobres. Es un objetivo electoral inaplazable que deberían incorporar los partidos a sus programas de futuro.
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