Las crisis son oportunidades de adaptación y aprendizaje. También de aceleración de tendencias de cambio con el uso de tecnologías. Lo estamos experimentando en la ... educación y, en particular, en la universidad. Hay un formidable elenco de tecnologías disponibles, que permiten renovar los métodos de enseñanza y mejorar los resultados de aprendizaje. Pero no debemos confundir educación a distancia con educación digital.
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La educación digital es un concepto más amplio que incorpora al proceso educativo toda una serie de posibilidades tecnológicas. Entre otras, nuevas fuentes de acceso al conocimiento, nuevos canales de relación entre profesores y alumnos, aplicaciones de inteligencia artificial para evaluar conocimientos y habilidades, o plataformas para certificar la adquisición de competencias específicas para el mercado laboral.
No consiste en reemplazar clases presenciales por videoconferencias. Esta es una mínima expresión de sus posibilidades y no necesariamente la más idónea. La educación digital permite la convivencia de actividades presenciales y no presenciales, en función de su diferente valor agregado para los objetivos pedagógicos, permitiendo, entre otras cosas, una mayor personalización del aprendizaje. La evidencia nos indica que los modelos híbridos permiten alcanzar mejores resultados educativos. En Esade, llevamos tiempo planteándonos la renovación de la educación y profundizado, para ello, en tres grandes ámbitos de innovación.
El primero es la posibilidad de acceder a un enorme volumen de conocimiento en muy diversos formatos. Además del acceso digital a todo tipo de libros y artículos científicos, es posible escuchar clases, entrevistas y obtener ejercicios y casos prácticos de muy variada factura. Podemos, por ejemplo, escuchar a los mejores profesores del mundo en sus especialidades, a través de materiales que son, en una buena parte, de acceso gratuito. Se ha dicho que esto hace prescindible a los profesores. No lo comparto. Hace prescindible al profesor que se limita a repetir en un aula el contenido de un manual o de unos apuntes como si fueran un recurso escaso. Pero hace más necesario que nunca al profesor que orienta, guía, aclara y, sobre todo, ilusiona en el descubrimiento del saber, compartiendo su propia investigación o su experiencia en la aplicación del conocimiento. El gusto por entender y aprender va a seguir beneficiándose de la interacción humana y es más eficaz cuando se realiza de forma más personalizada e interactiva, en clases más reducidas y ágiles, o incluso en tutorías individuales lo que, además, es compatible con una considerable reducción de la presencialidad en el aula.
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El segundo ámbito tiene que ver con la evolución de la clase en sí misma, que es mucho de lo que ha ocurrido durante la pandemia, mediante el uso de la videoconferencia. Esto, sin más, es educación a distancia, con el agravante de que una mala clase puede hacerse aún más insoportable a través de una pantalla. Nuestra experiencia nos indica que el recurso de la videoconferencia exige rediseñar muy sustancialmente las clases. Es esencial, para garantizar una experiencia académica rica y de rigor, rediseñar la duración, la dinámica, el contenido de las sesiones, los materiales de apoyo y la manera de canalizar la interacción con los estudiantes. Solo cuando esto se produce, se obtiene una experiencia de calidad. No es indiferente la plataforma tecnológica utilizada. Lo ideal es trabajar con plataformas que estén pensadas desde la diversidad de metodologías pedagógicas o que se puedan adaptar a ellas.
La tercera vertiente de la innovación, quizás la más disruptiva para las universidades, es la que tiene que ver con la certificación de competencias. Hasta ahora, las empresas han confiado en la capacidad de los títulos universitarios para señalar que sus egresados cuentan con capacidades que les son útiles. Esto está perdiendo valor con mucha rapidez. Por un lado, porque en el pasado las capacidades basadas en el conocimiento eran escasas y, por otro lado, porque su adquisición permitía un largo recorrido profesional. Hoy el conocimiento ha dejado de ser un recurso escaso y, además, se deprecia con extraordinaria rapidez. Las empresas buscan personas con capacidad de adaptarse y aprender con rapidez cosas nuevas. Los títulos no nos dicen nada sobre esto.
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Hoy disponemos de tecnologías de muy diverso tipo que permiten reconocer, analizar y desarrollar habilidades. Un ejemplo de ello es la posibilidad de analizar el lenguaje o las expresiones de los estudiantes en las interacciones para ver su capacidad de argumentar, de persuadir, de aprender o de negociar. La clave es acumular observaciones y ofrecer retroalimentación sistemática.
Todo lo anterior representa una enorme oportunidad de transformación de la educación universitaria. Puede tener un gran impacto, haciendo que la enseñanza de calidad sea accesible a un coste más bajo a muchos más estudiantes, como en sus resultados de aprendizaje. De esto último, disponemos de evidencia que lo prueba. Hace algunas semanas el profesor Antonio Cabrales resumía el resultado de estudios que muestran los buenos resultados de la educación híbrida frente a la presencial. Otro tanto hemos comprobado en Esade, donde los mismos programas que desarrollamos en formato híbrido y presencial, ofrecen resultados muy semejantes de satisfacción, pero donde los primeros sobresalen ligeramente en resultados académicos.
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No es una sorpresa que la atención y el trabajo que requiere el aprendizaje no están garantizados con la mera presencia, como tampoco por los recursos digitales. Requiere excelencia pedagógica y esta solo surge de un compromiso institucional con la calidad de la experiencia educativa. Al final, la tecnología es solo un instrumento.
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