Urgente La jueza decreta el ingreso en prisión del jefe de Estupefacientes de Valladolid
Donald Turmp. El Comercio

El renacimiento de los Estados Unidos

«La esquizofrenia americana deberá ser tratada con delicadeza y con inteligencia por los demócratas para el que el gran país florezca de nuevo en su rica diversidad»

Antonio Papell

Valladolid

Viernes, 6 de noviembre 2020

La madrugada electoral, cuando el recuento estaba en sus comienzos, Donald Trump incurrió en una de sus habituales contradicciones: aseguró que había ganado las elecciones ... y al mismo tiempo manifestó que había habido fraude -en referencia a los demócratas aunque sin citarlos- y que recurriría ante el Tribunal Supremo. Es obvio que si hubiera ganado no tendría sentido el recurso. Y tampoco quedó claro en qué consistiría aquella anunciada judicialización del caso, ya que hubiera sido ridículo que el mandatario pretendiese que el tribunal anulase los votos por correo o paralizase el escrutinio, como sugirió el líder de los republicanos. Durante la fiesta en la Casa Blanca, el equívoco se mantuvo: «Este es un momento muy triste, y ganaremos esto, y hasta donde yo sé lo hemos ganado».

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En el mundo anglosajón, la mentira política tenía hasta hace poco mucho valor descalificatorio. Al marido infiel se le denostaba no por el adulterio sino por el engaño. Pero Trump ha construido a lo largo de cuatro años una turbia realidad paralela. Hace unas semanas, se abrió al público en un barrio neyorquino un curioso muro de 15 metros de largo por tres de alto con las más de 20.000 mentiras de Trump a lo largo de su mandato, identificadas por medios de comunicación de la solvencia del 'The Washington Post'. El director de la emisora de radio independiente Radio Free Brooklyn del barrio neoyorquino de Bushwick, Tom Tenney, tuvo la iniciativa de alzar este testimonio de un mandato para olvidar, con el fin de recordar a los electores la clase de personaje que es este sujeto que ha provocado graves rupturas.

Con un populismo rancio y barato que busca falsos culpables y sofismas argumentales para confundir a la ciudadanía, Trump arrasó los avances -tampoco no muy importantes ni numerosos- de su predecesor Obama en materia de estado de bienestar. Esta y no otra es la razón de la alta letalidad del coronavirus en un país sin seguridad social en que el 25% de la población no puede permitirse el tratamiento médico que necesitaría. En 2018, 27,8 millones de estadounidenses no tenían ningún tipo de seguro. Pese a lo cual, los Estados Unidos son el país que más gasta del mundo en atención sanitaria.

Más perturbador es todavía el negativo influjo ideológico en materia de valores que ha infundido este personaje. Misógino sin disimulo, ha sido el contrapunto de la campaña del 'Me too' que ha combatido valientemente el machismo en la sociedad americana. Y su negacionismo en materia de cambio climático -la ministra de exteriores española recordó el mismo martes electoral que ese día abandonaba Washington el Acuerdo de París de 2016-, ha tenido una fuerte carga simbólica que ha desacreditado el esfuerzo colectivo de los países que sí tratan de preservar el planeta para legarlo intacto a las futuras generaciones.

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Pero probablemente el peor daño que ha infligido Trump a la humanidad ha sido su lucha contra el multilateralismo, lo que está impidiendo una gobernanza cabal de la globalización. Sus agresiones a la Organización Mundial de Comercio y a la Organización Mundial de la Salud dejan al mundo más desvalido que antes. Y su alejamiento de Europa, con la consiguiente crisis de la OTAN, no sólo tiene efectos geoestratégicos sino que debilita el modelo demoliberal de Occidente, que se había erigido con franca superioridad moral tras la segunda guerra mundial y la victoria de las libertades y los derechos humanos frente a los totalitarismos.

Quizá el único mérito que haya que atribuir a este oscuro personaje es no haber iniciado ninguna guerra, pero tampoco ha sido constructiva su política exterior. Ha vociferado contra las dictaduras más obvias pero tampoco ha movido un dedo para acabar con ellas. Y ha dejado Oriente Próximo convertido en un polvorín.

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Cuando se escriben estas líneas, no hay todavía un resultado electoral aunque Biden tiene prácticamente asegurada su llegada a la Casa Blanca. Pero todas estas salvajadas cometidas durante cuatro años no tienen compostura. La esquizofrenia americana deberá ser tratada con delicadeza y con inteligencia por los demócratas para el que el gran país florezca de nuevo en su rica diversidad.

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