Todos a la playa

De manera que por el litoral andan los cuerpos y las fuerzas de seguridad, ángeles custodios y 'multantes', vigilando y registrando el cuerpo de escombro que se le ha quedado al personal tras los tres meses de confite, miedos inconcretos y virus transeúntes de la lejana China que se han vuelto de repente espantosamente reales; aquí, si uno se contagiaba y estaba en un grupo de riesgo, la palmaba de bóbilis, bóbilis, porque no había más remedio que nos pusieran de panza y que se nos pasase el bicho de sangre y violencia, y que no tocó el timbre, royéndote los bronquios.

Total, que los españoles hemos dado un golpe de Estado playero a pesar de los leves repuntes del Edén, esperando acaso un mensaje de los arcángeles del Hemiciclo que nos diga que 'la guerre est finie' a lo Jorge Semprún. Porque ocurre que a los portavoces enmascarados, las ficciones pandémicas, las comparecencias para dar cifras de sobresalto y los clarines del miedo monclovita –al terror en definitiva–, le ha ganado la partida la mentira intemporal y jocunda del verano y las cremitas dulces en la espalda. Entre los desnudos y los muertos, que diría Norman Mailer. Por aquello de los rayos ultravioleta y las pieles sensibles, amore.

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