Nuevas lecciones víricas
«El Gobierno continúa ocultando datos y aún no ha explicado por qué la covid-19 nos ha afectado tanto. En muertos, en afectados, en sanitarios contagiados, en las residencias (...). Entretanto, ha simulado un ejercicio de transparencia.»
antonio maría sáez aguado
Miércoles, 1 de julio 2020, 08:26
Adquirir conocimiento de la experiencia vivida –aprender- nos permitirá mejorar nuestra respuesta colectiva y, especialmente, el funcionamiento de los servicios públicos como primera respuesta a ... la pandemia que aún nos acompaña. Es necesario hacerlo, pues las decisiones adoptadas en España en la gestión de esta crisis han sido un cúmulo de errores como ponen de manifiesto los resultados, los datos del impacto de la crisis. Las debilidades de la salud pública, la inoperancia del Ministerio de Sanidad, el fracaso en la atención residencial y la gestión deficiente de la crisis lo constatan. Ahora interesa analizar otros aspectos.
Expertos y políticos. Las hipótesis sobre el impacto de la covid-19 y la valoración de su riesgo fueron claramente erróneas en muchos países y, en particular, en España. Decía nuestro Fernando Simón: «Vamos a tener, como mucho, algún caso», «si hay transmisión local será muy limitada y controlada», «este virus se transmite poco entre personas». Ese error inicial se reflejó en los protocolos españoles: hasta el 31 de marzo solo permitían pruebas PCR a quienes habían tenido contacto con Wuhan y después con zonas de Italia, no a los sospechosos ni a sus contactos. Pero, en el fondo, ocultaban que no habíamos tenido la previsión de adquirir suficientes pruebas; de igual forma, se desaconsejó el uso de mascarillas en el peor momento de la difusión del virus aduciendo criterios científicos y obviando que el problema era de disponibilidad. Expertos alejados de la 'neutralidad valorativa' que Max Weber exigía al científico cuya fuente de legitimidad es la objetividad, la imparcialidad, y, en la medida de lo posible, la eficacia. Expertos que se han acercado demasiado a los políticos y ha terminado contagiándose de sus condicionamientos e hipotecas. Incluso alguno ha dado la apariencia de ser el portavoz del Gobierno. Hace unos días André Tegnell, epidemiólogo jefe de Suecia, declaraba: «Se demostró que estábamos muy equivocados». Pues eso.
Y políticos que reiteran hasta la saciedad que actúan de acuerdo con criterios técnicos, pero lo hacen a su conveniencia. Sirva un ejemplo de su descaro: el número de muertos en España y la lamentable y numantina resistencia del Gobierno a reconocerlos. La OMS y el Centro Europeo de Prevención aclaran: «Una muerte covid-19 se define para fines de vigilancia como una muerte resultante de una enfermedad clínicamente compatible en un caso covid-19 probable o confirmado». Como no les gusta el criterio, tienen otro: solo los casos confirmados; y como no hemos podido confirmar muchos casos por falta de PCR, Fernando Simón dice que «aún no sabe dónde ubicar» los 15.000 muertos 'sobrantes'. Por su parte, el Ministro Illa dice que cuando tenga datos 'robustos' los facilitará.
El tiempo político ha precedido a las decisiones de los expertos. Lo hemos visto en las decisiones que han flexibilizado las restricciones de la movilidad, condicionadas por criterios político-territoriales y presiones o necesidades de los sectores económicos; después, se acomodan los criterios técnico-sanitarios. Hasta la decretada distancia entre las personas (1,5 o 2 metros) se decide en un acuerdo entre partidos políticos.
Trasparencia y dación de cuentas. El Gobierno continúa ocultando datos y aún no ha explicado por qué la covid-19 nos ha afectado tanto. En muertos, en afectados, en sanitarios contagiados, en las residencias (salvo las explicaciones de las vicepresidentas Calvo, sobre la latitud, y Ribera, sobre el desplazamiento de la pandemia desde el este hacia el oeste). Entretanto, ha simulado un ejercicio de transparencia. Comparecencias diarias (más de 100 de los ministros en 40 días) para no decir nada, repitiendo palabras vacías; peroratas interminables del presidente del Gobierno que cada vez exagera más el tramposo léxico de la política, su liderazgo sensiblero y sobreactuado tan poco empático. Pero la realidad es algo distinta: ruedas de prensa con censura previa (después corregida), Comités de expertos enmascarados y ocultos, datos confusos, informes modificados y aplazados o un Portal de trasparencia congelado.
El relato y la ficción. La factoría Moncloa ha escrito el guion: Nadie pudo preverlo (una excusa, por cierto, no pedida). Siempre nos hemos guiado por recomendaciones de los expertos. Hemos pedido un esfuerzo a la sociedad y los españoles han respondido. Nadie va a quedar atrás. Juntos saldremos más fuertes. Hemos vencido al virus. Un relato acompañado inicialmente de abundantes metáforas bélicas (escenificadas con una profusa presencia uniformada pronto desdeñada) y después de figuras retóricas que adulteran la sintaxis y la gramática (como si las curvas tuvieran picos o pudieran aplanarse) pero que, repetidas hasta el cansancio, no describen la situación que vivimos sino a la que quieren dirigirnos. Se produce así una vinculación casi automática entre palabra, sentimiento y acción. Se construye un relato a base de 'gas emocional', de palabras vacías, con el objetivo de cambiar la narrativa de cómo han sucedido las cosas. Pero no, no hemos vencido al virus, no salimos más fuertes, muchos (más de 40.000) han quedado atrás.
El domingo 24 de mayo el New York Times compuso su primera página con los nombres de 1.000 estadounidenses fallecidos por el coronavirus. El lunes 25 la primera página de toda la prensa española incluye publicidad del Gobierno de España con el lema 'Salimos más fuertes' en letras de tamaño nunca visto. ¡Menudo contraste! Tras la desescalada, el Gobierno abre las puertas (o tal vez descierra) a la nueva normalidad. Insuflar ese optimismo impreciso nos puede devolver a la vieja normalidad del mes de marzo.
La 'nuevalengua'. El uso de las cursivas (en el original, 'nuevalengua' está escrito en cursivas) «pretende señalar no solo usos incorrectos, también neologismos, jergas o metalenguajes». La nueva normalidad, oxímoron repetido hasta 34 veces en un discurso del presidente Sánchez, aspira a dar un nuevo sentido a las palabras, pero también a la ilusión de entrar en una nueva realidad y olvidar la antigua, los hechos, los muertos, en una nueva ucronía que reconstruye la historia con datos hipotéticos o hechos que no han sucedido. La Nueva Normalidad ha sido ya creada por el gobierno por Real Decreto, con énfasis mayúsculo como corresponde a los acontecimientos históricos.
Recuerda a la nuevalengua cuyo propósito, como señalaba Orwel en su 1984, «no era solo proporcionar un medio de expresión a la visión del mundo y los hábitos mentales», también «que cualquier pensamiento herético fuese inconcebible, al menos en la medida en que el pensamiento depende de las palabras». Solo nos falta crear el Ministerio de la Nueva Normalidad. La NN se estrenará con un homenaje de Estado a los fallecidos. En la NN, como sugiere un tal Espada, homenaje desplaza a funeral. Funeral, en su etimología, remite a «cosa de muerte y dolorosa». Algo impropio del autoengaño que supone la nueva normalidad.
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