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Nos habíamos olvidado de que este es nuestro estado natural. Nos hemos creído que el bienestar, la libertad y la alegría eran lo normal, lo ... mínimo, algo asegurado que apenas tiene valor. Nos hemos creído que la prosperidad era exigible, que tenemos derecho a Instagram, a un móvil, a una renta garantizada; que es normal tener pensiones, una biblioteca gratuita en cada esquina, Internet en cada casa, hospitales en cada pueblo, una farmacia completa y gratuita en cada cocina. Nos hemos acostumbrado a que haya policías, militares, barrenderos, camiones de la basura y mataderos haciéndonos el trabajo sucio para que podamos ver Netflix y pedir comida a domicilio mientras nos quejamos de lo mal que va todo.
Nos hemos creído que la muerte no existe, que lo normal es vivir, disfrutar de una vida larga, segura, feliz, sana y próspera. Nos hemos acostumbrado a que el problema sea que un varón te abra la puerta o te lance un piropo. Nos hemos tragado hasta el fondo que el gran problema de la sociedad occidental es garantizar que una mamarracha llegue a casa sola y borracha. Nos hemos creído que la vida es un fuego de campamento. No ha nacido un filósofo desde Wittgenstein. No hemos leído un libro serio y no conocemos la historia de la humanidad.
De lo contrario, sabríamos que lo normal es esto, la vida en la frontera, la guerra, las hambrunas, las epidemias, las malas cosechas, el miedo, los terremotos, los volcanes, los depredadores, estar rodeados de hijos de puta y defendernos como podamos sin dejar de mirar al cielo ni un solo momento, sabiéndonos minúsculos e insignificantes. Esta es la historia de la humanidad, este ha sido el escenario de tus ancestros y ahora te toca a ti asumir que lo normal es el pánico y los problemas de verdad, no los que decimos tener para dar trabajo a cuatro palurdos con el puño en alto. No, el piropo no es un problema. Tu felicidad tampoco. El único problema es que somos hombres, apenas eso. Frágiles, mortales, rosas.
Nos hemos acostumbrado a no tener responsabilidades, a la soberbia del fracasado, a la altanería del perdedor. Ya sabemos que tú no recibes órdenes de nadie, que la crítica es una forma de fascismo, y que nadie es quién para exigirte nada. Y ahora no sabemos marcarnos una disciplina, no sabemos sufrir y va a ser hora de ir aprendiendo porque nos va a tocar mirarnos a la cara y compartir el último plato de macarrones con la persona esa que tienes a la izquierda y a la que has pensado mandar a la mierda en cuanto esto termine. Nos va a tocar también fingir que no tenemos hambre para que coman los pequeños. Esto es la vida. Vamos a ver de qué estamos hechos.
Nos hemos acostumbrado a no mirar a los ojos a la realidad, a la muerte, al pánico. Nos hemos acostumbrado a no temblar ante cada gesto de amabilidad, ante el milagro de saberse vivo. Nos hemos creído dioses y ahora vamos a ver morir a seres queridos. Vamos a ver caer Babel. Vamos a ver caer también a desconocidos por salvarnos la vida mientras jugamos a la play, fingimos que hacemos gimnasia y aplaudimos a la nada a las ocho y nunca de la tarde. Va a morir gente para que no mueras tú. No sé si saldremos de esta, pero si lo hacemos, solo le pido a Dios no tener que ver nunca más la cara a los idiotas de los Goya. Creo que tampoco pido demasiado. Twitter: @MagfcoMargarito
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