Museos
Una parte de los museos son gratuitos. En otros cobran lo que pagamos por un café. Pero este café nos deja un regusto profundo y duradero
Hace diez días se celebró el Día de los Museos, esos templos dedicados a las musas inspiradoras, es decir, a lo mejor del espíritu, ya ... sea en Historia, en Arte, en Ciencia o en Tecnología. A toro pasado, como los cobardes, quiero hablar y, si fuera posible, meter a los lectores en los museos. Un lujo al alcance de una sociedad que a veces se aborrega por falta de estímulos. Pues bien, los grandes y los pequeños museos nos estremecen siempre. No hablaré aquí del Museo del Prado o del Reina Sofía, los museos por antonomasia. Maravillosos. Recuerdo en los bajos del Ayuntamiento de Buitrago de Lozoya el museo Picasso, tan minúsculo, tan entrañable, montado con carteles, dibujos y notas que don Pablo le mandaba a su peluquero, Eugenio Arias, exiliado en Francia como el propio artista. Qué delicia. Pero pasen y vean y gocen ustedes del Museo Etnográfico de Zamora. Una conmoción. Allí verán reflejado el ingenio y la sensibilidad del pueblo en los arados, en la cerámica, en los bordados, en las maneras de hablar.
Pero, por lo que más quieran, no se pierdan ustedes la colección de colodras del Museo Provincial de Ávila. O los caballos celtíberos del Museo Numantino. O cualquiera de los pequeños museos comarcales fundados por doña Concha Casado en la provincia de León. Urueña, además de la villa del Libro, es la villa de los museos. El Museo Nacional de Escultura de Valladolid bien vale una visita en exclusiva. Como el Patio Herreriano. La Casa Lis de Salamanca representa la quintaesencia del Modernismo. Los campos góticos de Caneja, en Palencia. Por razones que no vienen al caso tengo devoción especial por el Museo de Títeres Francisco Peralta, situado en una Puerta de la Muralla de Segovia y que, días después de su muerte, ascendió a los cielos aupado por siete ángeles. O, sin salir de Segovia, gloria divina, el Museo de Esteban Vicente, un revulsivo feliz. Pero qué decir de la Casa de don Antonio Machado. En el Museo Provincial se exhibe ahora una magnífica exposición dedicada a las bulas encontradas en Cuéllar. Qué mundo el de las bulas. Comprar la gloria por adelantado a una Iglesia con alma de mercachifle. Gracias a la exposición se puede ver el magnífico cuadro del apóstol Santiago procedente del convento de monjas de Rapariegos. A estas alturas, los conventos, las catedrales son, en esencia, magníficos museos.
Una parte de los museos son gratuitos. En otros cobran lo que pagamos por un café. Pero este café nos deja un regusto profundo y duradero. Venimos de una pandemia que nos ha dejado por los suelos. Pues bien, los museos son una invitación a sacudirnos la pandemia de encima, a tensionar la vida con trallazos estéticos
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