El mundo después del coronavirus
«Una partida entre sus líderes regida por este dilema: si la pandemia del coronavirus debe ser entendida y tratada como un reto bélico o en clave de una crisis económica global»
Apesar de la incertidumbre universal y de la duda acongojada, ha comenzado ya el día de después. Algo se mueve en el tablero del ajedrez ... de los grandes poderes a escala planetaria, una partida entre sus líderes regida por este dilema: si la pandemia del coronavirus debe ser entendida y tratada como un reto bélico o en clave de una crisis económica global. Mucha gente se pregunta si el ataque del virus COVI19 es el resultado de una maquinación del régimen comunista chino para dominar el mundo; pero tal sospecha de imposible comprobación es otra hipótesis absurda enfrentada a la del convencimiento de millones de chinos que ven en ese virus un ataque de los Estados Unidos de América destinado a debilitar a su país con la intención de arruinar su economía y evitar que China se convierta, como pretende su presidente Xi Jiping, en la primera potencia militar del mundo.
Cien días después del inicio de la crisis sanitaria, el mundo está dividido en tres continentes imaginarios: el club de los países prósperos, que cuentan cada mañana sus muertos sin mirar al vecino, esperando que su curva estadística decline; el grupo desgraciado de los que esperan al virus aterrados bajo el endeble techo de su pobreza temiendo la invasión letal, y el círculo de los más poderosos que esperan sacar provecho de la pandemia para repartirse otra vez el mundo, como si este morbo que ellos calificaron de simple gripe hubiera de tener las mismas consecuencias de la tan temida Tercera Guerra Mundial: la aniquilación del adversario. Ya no se trata de marcar sobre el mapamundi con lápiz rojo o azul, como hace setenta años, las nuevas fronteras de los países sumisos a cada uno de los bloques, porque detrás de las armas siempre está la economía.
La guerra ha comenzado. Tomando a contrapié al adversario americano, el presidente Xi Jiping acaba de anunciar su propósito de poner al servicio de los países golpeados por la pandemia y su consiguiente quiebra económica la poderosa máquina industrial china. He aquí su sincera declaración telemática ante los del G20 (los países más ricos de la Tierra) el jueves pasado en la que propuso su fórmula mesiánica: «Rebajar aranceles, retirar obstáculos aduaneros y facilitar el flujo de comercio sin restricciones». En una encrucijada mundial semejante, el presidente norteamericano Harry Truman, quien había ordenado el bombardeo atómico del Japón dos años antes, ordenó en el verano de 1947 la aplicación del 'Plan Marshall' para la recuperación económica de sus maltrechos aliados europeos.
«El gobierno chino intenta ahora salvar su responsabilidad enviando material sanitario a los países que sufren la pandemia»
AGUSTÍN REMESAL
Con la perspectiva imperial de la historia china, Xi Jiping desafía al poder americano que mantiene el liderazgo del mundo desde hace un siglo aplicando los mismos principios de un aparente altruismo. Su visión ancestral y la debilidad del enemigo le aconsejan arrancar ya la gran máquina de la economía china que sale reforzada tras la dura prueba de su crisis sanitaria. Con el lenguaje del comunismo salvador de pueblos oprimidos, el líder chino ofrece también su colaboración a los más poderosos: «Si Alemania lo necesita, China está pronta para ayudarle a superar su crisis sanitaria, reto común de la humanidad«, prometió Xi Jiping a la canciller alemana Angela Merkel y a una decena de líderes europeos, entre ellos a su par institucional el rey Felipe VI. Así ha puso en marcha su diplomacia de guerra ordenando luego el suministro aéreo de pertrechos sanitarios a los países amigos en paquetes marcados esta vez con la bandera roja estrellada pero sin el cartel. Esa diplomacia humanitaria enmascarada en pro de un nuevo orden mundial ha comenzado, aunque sin el cartel de antaño: 'Donación del pueblo americano'. China, que ha vencido al enemigo, se presenta urbi et orbe como su salvadora.
En las más altas instancias del poder económico mundial, no será posible acuerdo alguno de colaboración hasta que el diestro comunicador Donald Trump, empeñado en ganar su reelección presidencial gracias a la pandemia, no retire su exigencia de llamar al enemigo 'virus de Wuhan' en todos los documentos oficiales. Él sabe que las crisis económicas derribaron a sus antecesores, pero una pandemia puede ser interpretada como un asunto bélico, y se arroga el grado de general en jefe que ganará la guerra para merecer el premio de un segundo mandato en la Casa Blanca. Las palabras cuentan mucho en todo relato político y el presidente Xi Jiping, que no soporta tal infamia americana, está intentando reescribir el suyo para ocultar la culpa: en el mercado de Wuhan los médicos detectaron el nuevo virus a principios de diciembre del 2019, aunque comunicaron su existencia a la O.M.S. un mes más tarde; el 23 de enero los epidemiólogos chinos confirmaron la transmisión humana del coronavirus, mientras la propaganda de Pekín se encargaba de rebajar el peligro comparando ese contagio al de una gripe benigna. El gobierno chino intenta ahora salvar su responsabilidad enviando material sanitario a los países que sufren la pandemia, a precios de mercado y con el cuentagotas de quien maneja la espita de esa ayuda urgente para ganar la guerra contra un enemigo invisible.
En ese escenario prebélico, la Unión Europea está colapsada por el rutinario virus político del 'sálvese quien pueda' en sus desafíos externos y crisis económicas. Las declaraciones del Ministro de Finanzas holandés Wopke Hoekstra, pidiendo que se investigue el derroche de gasto del gobierno de España para atajar la epidemia, con la anuencia encubierta de Alemania, es la punta del iceberg de quienes practican una mezquindad e infamia recurrentes que minó el espíritu comunitario en la crisis del 2008 y amenaza ahora con una desbandada, cuyas consecuencias podrían echar a pique el barco encallado de la U.E. Europa es un cadáver político en esta guerra, cuya crónica final la escribirán como siempre los vencedores.
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