La mirada de Greta
Es peligroso frivolizar o desorbitar un problema climático que requiere más ciencia que corazón
No conviene subestimar el poder de convocatoria e influencia política de los movimientos naturalistas hasta ahora considerados como algo minoritario, incomprendido, hasta un poco 'hippie'. ... Porque su capacidad de arrastre de sectores especialmente juveniles tendrá, ya está teniendo, un considerable impacto en la configuración electoral de las democracias. La mirada de desprecio de la niña/adolescente Greta Thunberg a Trump en la cumbre del clima de Naciones Unidas es todo un manifiesto. Esos «nos estáis fallando» o «no lo vamos a olvidar» tienen un destinatario: los políticos que representan a la industria, al capital, a los poderosos. En definitiva, la derecha. Y su discurso un tanto apocalíptico sobre el futuro del planeta y los responsables de la catástrofe entra como cuchillo en la mantequilla dentro de las mentes de millones de personas ansiosas de dar un sentido a su vida.
La misión 'Salvemos el planeta' se ha convertido en la nueva espiritualidad de millones de personas que buscan respuestas a la interrogante secular: ¿qué hacemos en el mundo?; ¿de dónde venimos?; ¿adónde vamos? Se trata de luchar por salvar el mundo, frenar el cambio climático, para salvarse a sí mismos del vacío. Las nuevas formas de espiritualidad que han sustituido a las tradiciones y creencias se han focalizado en salvar a los animales, a los migrantes, a las tribus perdidas. Como ya se ha recuperado a las ballenas, a las focas, y otros animales en peligro de extinción porque ya no es comercial el aceite de los cachalotes o las pieles de oso, el neohumanismo necesita nuevas batallas que librar.
De todas formas puede parecer superficial esta ola verde, medioambiental o animalista, pero es peligroso y cínico frivolizar con un problema que requiere mucha ciencia y menos apasionamiento. Porque es obligado afrontarlo seriamente para mejorar la calidad de vida de ahora y del futuro. Lo que no es razonable es establecer ecuaciones como una reciente que evaluaba en 1 grado la temperatura media que ha subido el clima en la tierra desde la era preindustrial. Porque, siguiendo esa misma lógica, habría que eliminar todo el conglomerado industrial para lograr bajar ese grado la temperatura del planeta. No hay que seguir confundiendo la meteorología con el clima. O decir que nuestros bosques desaparecen cuando la realidad es que la mancha verde de la tierra no cesa de aumentar. En los años 70 el reconocido ecologista británico Norman Myers anunció que para el año 2000 se habrían extinguido un millón de especies en la tierra. O que en 2005 habría cincuenta millones de refugiados por el cambio climático. La realidad está a un millón de kilómetros de esas estimaciones desastrosas. Pero esas evidencias no van a modificar el éxito de los profetas de la nueva religión. En el fondo, el hombre necesita creer y sentirse, como dijo Jacques Monod, algo más que un paquete de neuronas perdido en la inmensidad indiferente del universo.
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