Quedar como Cagancho
«No diría yo que vamos sobrados de humor especialmente cuando vienen a tu casa a tocarte la moral...»
Mi abuelo Baltasar, más conocido como Sares, se fue muy joven de la montaña leonesa a buscarse la vida a Madrid. Allí trabajaban como mulas, ... imagino que como tantos otros que se fueron en busca de una vida mejor, o al menos distinta, y dedicaban íntegramente su día de descanso en el mejor de los placeres, el dormir. Les fue bien en Madrid según me cuenta mi tío Maxi, hasta el punto de que, una vez conseguido el objetivo, mis abuelos volvieron a León, según decía mi abuela, porque Sares no soportaba estar tanto tiempo lejos del río, dada su gran afición a la pesca de la trucha.
Durante los años que tuvieron el bar en Madrid, mi abuelo sólo se ausentaba si en los carteles de las Ventas estaba anunciado Cagancho. Un hecho absolutamente extraordinario, ya que en aquellos tiempos no se cerraba ningún día, y si había que dar una mano de pintura al negocio se hacía por la noche.
El genial Cagancho nació a principios de siglo XX, concretamente en 1903, muy cerca de la calle Pureza, donde vive el Señor del Compás. Joaquín Rodríguez Ortega, más conocido como el 'gitano de ojos verdes' era nieto de un conocido cantaor trianero e hijo de un herrero y famoso por ser un torero de pellizco que supo bajar las manos con el capote, algo novedoso para aquellos años.
Cagancho llegó a ser ídolo en España y América, y según cuentas las crónicas, cuando él toreaba el personal empeñaban los colchones para verle hacer el paseíllo. Pero toda esa genialidad se mezclaba, tardes de éxito con auténticos petardazos, que acaban en la comisaria con el torero detenido con el traje de luces, la indignación del respetable y los toros de en los corrales. Eso de «quedar como Cagancho» cuando alguien quiere expresar que ha quedado mal en público.
El pasado domingo en León se reunió el presidente del gobierno con dos ministros y políticos de la tierra (sin el alcalde, el auténtico líder socialista en la provincia, aunque lo sigan negando), para analizar la pena que damos.
Lo típico, palos a la oposición, promesas incumplidas, verdades que no lo son tanto… Eso, hasta que apareció el candidato a la presidencia de la Junta en escena. León es una tierra complicada, dura, recia, donde la gente se saluda levantando las cejas, no diría yo que vamos sobrados de humor especialmente cuando vienen a tu casa a tocarte la moral. Porque lo de la risa, el chiste y lo de hacer reír al público es seguramente de las cosas más difíciles que hay.
Decía Carlos Martínez: «Me critican porque digo Castilla-León seguido. Habrá que decir Castilla y León y Soria y Valladolid y Segovia…». Claro ejemplo de cómo venir a León a ser el rey del humor. Pero las risas nunca llegaron. Todo esto no hizo más que confirmar que posiblemente el traje nos venga un poco grande o que las grandes tardes de gloria estén aún por llegar.
Carlos quedó como Cagancho en una mala tarde, en una provincia donde, junto con Valladolid, se jugará el futuro de la comunidad. El jueves, ante la magnitud de la gamba, quiso arreglarlo pidiendo disculpas, pero eso sí, sin autocrítica y echando balones fuera, un poco más de lo de siempre. Está el asunto en León como para chistes.
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