Algún límite habrá
«Queda por ver si lo más razonable, o lo más sensato, es una convocatoria electoral, lo que supondría que, tristemente, todo lo demás está descartado»
Lo planteo así, de forma directa y abierta, porque ésta es siempre la pregunta que uno termina haciéndose cuando una determinada situación se hace cada ... vez más complicada. Solemos plantearnos entonces si hay un límite, si debe haberlo, si está cerca de ser rebasado, o si ya se ha superado. Y, por supuesto, con carácter previo, dónde está exactamente ese límite, suponiendo que lo haya. Porque los límites no son fijos, ni universales, ni objetivos. Son relativos: lo que para alguien constituye un límite indiscutible, para otro puede no serlo; depende de las convicciones, y de los intereses.
Me lo pregunto porque en el escenario político y social de nuestro país están apareciendo con alarmante frecuencia situaciones que, de una manera más o menos directa e intensa, suscitan esa cuestión de los límites; y también con frecuencia cunde la impresión, con síntomas evidentes, de que esos límites están a punto de alcanzarse, si es que no se han alcanzado ya.
Por ceñirme solo a lo más reciente, hay algunos acontecimientos que vuelven a plantear dos de los debates, ya recurrentes, más sensibles para el desenvolvimiento normal de la política en cualquier sistema democrático; son, con un orden de prioridades indiferente, el de la responsabilidad, muy relacionada con la credibilidad, y el de la gobernabilidad, relacionado a su vez con el prestigio de las instituciones.
No me detendré ahora, aunque su importancia es obvia, en analizar el alcance de la condena del Fiscal General del Estado; lo haré cuando haya podido conocer el texto íntegro de la sentencia y la justificación jurídica del fallo, que ciertamente se está retrasando demasiado, si es que la tiene; ha habido ya muchos juicios anticipados, en un sentido y en otro, y con mucho trasfondo político, pero yo prefiero esperar. Quizá sea que el oficio me obliga, pero acostumbro a valorar las sentencias una vez que leídas.
El primero de los acontecimientos a que me refería, de especial impacto, es la entrada en prisión preventiva, a la espera de un próximo juicio en el que se piden elevadas condenas, de quien fuera un agente principal, muy principal, en la gestación y desarrollo de esta fase de la evolución histórica del PSOE, como ha sido el caso de José Luis Ábalos. Plantea de forma directa, además de otras derivaciones, el debate de la responsabilidad política, que no se puede eludir. Y no es fácil argumentar con credibilidad para frenar el flujo de la responsabilidad hacia arriba. Ya sé que entre el «no tenía por qué saber» y el «no podía ignorar» hay un hilo muy delicado, lleno de matices; pero en la política, y en otros ámbitos, funciona una regla de responsabilidad por alcance, subsidiaria, por hechos de otro, o con otras varias denominaciones, con fuerza suficiente para extenderse objetivamente hacia quien nombró, instruyó y debió controlar la actuación del principal subordinado, dotado de un poder amplísimo en lo orgánico, dentro del Partido, y en lo institucional, nada menos que al frente del Ministerio con mejor dotación económica. No sé si esa distinción entre la confianza política y el desconocimiento personal neutraliza lo que conlleva la citada responsabilidad objetiva. Tengo serias dudas. Y si la peripecia de Santos Cerdán ya fue preocupante, ésta de Ábalos, acompañada de revelaciones, ciertas o no, en tono de venganza y chantaje, dibuja un panorama ciertamente desalentador. Coincide, además, con esas otras informaciones sobre comportamientos, plenos de machismo soez, que ponen en duda la eficacia sincera de sistemas de control y de protocolos de denuncia de los que se hace alarde. Todo ello tiene un impacto notorio sobre la credibilidad y un efecto de desafección cuyas consecuencias se van apreciando con bastante claridad en estudios y sondeos.
El otro episodio es la tan confusa deriva en que ha entrado la mayoría que permite sostener a un Gobierno que no ha conseguido sacar adelante un presupuesto y malamente puede gobernar. El caso de Junts es paradigmático: rompe alegando incumplimientos; se alega de contrario que lo que se podía cumplir estaba cumplido, para reconocer al poco tiempo que no era así y, de forma unilateral, agrupar en varias disposiciones algunos de los asuntos pendientes, que la otra parte, alegre, sorprendida, y un tanto ofendida, no reconoce como suficiente. No es alentadora la imagen de un Gobierno mendicante y obsequioso, corriendo tras la novia despechada, sin haber sondeado siquiera si aceptará los nuevos presentes ofrecidos, y olvidando que la estrategia del cortejo tiene inconvenientes; enseña al cortejado el camino para elevar la apuesta, fingiendo insatisfacción, y despierta el celo de otros beneficiarios que invocan enseguida el «y de lo mío, qué», a la vista de la ventaja obtenida por el socio díscolo. ERC preguntó al instante por la financiación singular para Cataluña pactada con ellos.
Debería, pues, pensarse, ya que no se atisba intención alguna de modificar la dinámica, si merece la pena continuar así, si se ha alcanzado el límite, si tiene sentido y utilidad resistir y mantener la legislatura atrapada ahí, en este bloqueo alimentado por una creciente polarización. En la relación entre Gobierno y oposición, que debería ser razonablemente fluida en una situación normal, no cabe esperar ninguna distensión, sino todo lo contrario; y dentro del magma político que ayudó a poner en marcha la legislatura se ha ido extendiendo la desafección. Tampoco hay previsión de que los mecanismos parlamentarios previstos para abordar situaciones al límite (la cuestión de confianza, de un lado; la moción de censura, por otro) vayan a ser utilizados. Queda por ver si lo más razonable, o lo más sensato, es una convocatoria electoral, lo que supondría que, tristemente, todo lo demás está descartado. Y parece que va siendo así.
Tal vez se esté esperando al primer ensayo real, ya inminente, que se va a producir en Extremadura; tal vez se estén haciendo los cálculos a partir del precedente. Porque hay que recordar que en 2023 hubo unas elecciones autonómicas y municipales al final de mayo y que de ahí salió una convocatoria inmediata de elecciones generales para julio, con vuelco político importante. En mayo de 2027 volverán a celebrarse esas selecciones de fecha fija, aunque antes las habrá habido, al menos, aquí, en Castilla y León, y en Andalucía; y la legislatura general se agotaría en julio. La tentación de jugar con el calendario está ahí, aunque objetivamente sea mucho aguantar hasta entonces, en un ambiente enrarecido que no parece que vaya a mejorar. Si éste, o el de retrasar una alternancia que se viera inevitable, fuera el motivo para resistir, y más aún si se hiciera evidente, debería calcularse también que la reacción podrá ser la contraria. Pero supongo que por ahí habrá especialistas estudiando las opciones; y suelen cobrar bien los pronósticos.
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