Insultos
«Lamentablemente, también los insultos en el parlamento nacional de España son de dudosa categoría»
Érase una vez en el mundo de la política cuando insultar a un rival era una forma de arte. Uno de los mejores en esa ... olvidada disciplina fue Winston Churchill. Se puede pensar que digo esto porque estoy teniendo un ataque de patria británica, pero no, es aún peor: lo digo porque es cierto. Además de ser elocuente, el famoso primer ministro era muy agudo, y tenía la capacidad de contestar insultos y preguntas provocadoras al instante, con un sarcasmo demoledor, además de superdivertido. Hay miles de ejemplos, de los cuales menciono algunos, empezando con el más conocido…
Cuando la política Nancy Astor dijo que, si estuviese casada con él, pondría veneno en su café, contestó que, si estuviese casado con ella, lo bebería. En otra ocasión, al preguntarle por qué no había felicitado al hombre de Estado Stanley Baldwin en el día de su cumpleaños, respondió, «no tengo nada en contra de Stanley, simplemente creo que habría sido mejor si no hubiese nacido». Fuerte, sí, pero, para falta de respecto de verdad, hay que leer sus opiniones sobre Ramsay McDonald, el jefe del Partido Laborista, a quien describió como «un cordero con piel de cordero», o de Charles de Gaulle –«¿Qué podemos hacer con un hombre que parece una llama que ha sufrido una gran sorpresa mientras estaba bañándose?»– o, incluso, al pueblo americano: «Los americanos siempre tomarán la decisión correcta, después de probar todas las alternativas».
Este último es particularmente apropiado después de cuatro años de Donald Trump, una masa naranja que escupe docenas de insultos diariamente, todos de poca calidad. El problema es su falta de vocabulario, usa solo dos palabras, «loser» (perdedor) o «stupid» (estúpido), cosa que resulta increíblemente repetitivo y, en consecuencia, muy cansino. Las dos son intercambiables y las ha aplicado para despreciar a Joe Biden, Angela Merkel, los veteranos caídos en las guerras, la ciudadanía de Portland y Chicago, la prensa, México y muchas cosas más.
Mr. Trump no está solo. Lamentablemente, también los insultos en el parlamento nacional de España son de dudosa categoría. ¿Cuántas veces tenemos que oír a los elegidos llamando a Pablo Iglesias «el coleta», ahora «el moño»? ¿Nadie tiene algo más original? Curiosamente, el mejor insulto de lo que va de año fue dicho por el mismísimo señor Iglesias, cuando pidió al señor Espinosa de los Monteros que cerrase la puerta, la vez que el sensible de Vox cogió una rabieta y abandonó la cámara.
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