León y la conjunción copulativa
«El leonesismo es la expresión máxima del principal problema de la comunidad, y ese no es otro que la absoluta inexistencia de un espíritu comunitario»
Para adentrarse en el espinoso asunto del leonesismo con un cierto grado de racionalidad, es imprescindible no temer al resultado electoral. Es, sin duda, ese ... temor el que hace que el PP y el PSOE cometan las tremendas torpezas que cometen. Cada vez que se acercan al tema del leonesismo, empiezan a dudar si cortar el cable rojo o el azul y, al final, siempre les explota la bomba. El lamentable episodio de esta semana, protagonizado por el alcalde de Soria, candidato a alcalde de Castilla y León por el PSOE, ha provocado el enésimo bochorno acomplejado, para deleite de las huestes del leonesismo. Conviene recordar que el PP tiene también episodios míticos en este campo. Cómo olvidar la sorprendente elección de una candidata convencida de que el cáliz de San Isidoro es el Santo Grial. La cosa acabó como acabaron las cosas en la Última Cena: con algún Judas ahorcado.
Lo cierto y verdad es que el leonesismo es la expresión máxima del principal problema de la comunidad, y ese no es otro que la absoluta inexistencia de un espíritu comunitario. El PP ha fracasado en la principal tarea de cualquier gobernante: crear comunidad. Ha mantenido durante décadas un discurso provinciano -acentuado en el último mandato de Mañueco- prometiendo uno de cada cosa para cada provincia: un aeropuerto en cada capital, una facultad de Medicina en cada universidad y una universidad en cada provincia, un helicóptero o una unidad de trasplantes en cada reino. Una, al menos. Esta ha sido la única manera con la que Mañueco ha conseguido sobrevivir a su indigencia política. Un disparate con el que no solo no ha conseguido contentar a nadie, sino que no ha hecho sino acentuar el problema.
Nadie cree ya en Castilla y León. Nadie. Ni burgaleses, ni sorianos, ni abulenses, ni segovianos, ni salmantinos. Ni siquiera los vallisoletanos, que empezamos a no ver con buen ojo esta idea de que el odio a lo pucelano acabe por ser el único pegamento de esta comunidad. Una comunidad envejecida y dispersa, de apenas dos millones de habitantes, no puede tener nueve centros de trasplante, nueve aeropuertos ni nueve de cada cosa (diez si contamos con El Bierzo). La economía de escala lo hace imposible. Juntos podríamos hacer grandes cosas; separados podríamos ser más felices, quizás, pero dudo que más eficaces.
Les voy a poner un ejemplo que quizás entiendan bien. La Universidad del País Vasco -la única universidad del País Vasco- va a gastarse casi setenta millones de euros en el nuevo edificio (solo el edificio) de su Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, mientras que Castilla y León presupuestó apenas seis para las dos nuevas facultades de León y de Castilla. Nunca saldremos de la categoría regional de esta manera. Si queremos jugar la Champions, tendremos que buscar la excelencia. Si seguimos por este camino, acabaremos siendo el monstruo de las nueve cabezas: un animal mitológico, pero irreal y sin futuro.
Por eso es urgente abrir el debate con profundidad y sin miedo. Y para abrirlo, la mejor manera de hacerlo es aceptar la consulta y el debate. Enfrentar a castellanos y leoneses a sus responsabilidades, a sus afectos y a sus intereses. Dejar de perder el tiempo en un camino que no lleva a ninguna parte. Aceptémoslo: lo mejor es, a menudo, enemigo de lo bueno. Prefiero tener un buen amigo en León que un enemigo en Castilla y León. No dejaré de disfrutar de la Maragatería ni de la montaña leonesa, como no dejo de ir a la Selva de Irati ni a las playas de Asturias. Pero no podemos seguir en esta deriva de desafectos e ineficiencia. Abramos el debate y aceptemos la consulta.
Quizás así nos demos todos cuenta de que tenemos más que ganar juntos que separados. Pero si no es así, tampoco pasa nada. Al fin y al cabo, un parlamento más o menos no va a resultar extraño en esta España que ya solo se junta para ver a la selección.
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