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José Ibarrola
La fragmentación política en Europa

La fragmentación política en Europa

Para ser una gran potencia en un mundo multipolar, Europa tiene que desarrollar ciertas capacidades conjuntas, como las relativas a defensa, sobre las que se ha mostrado reticente

EMILI J. BLASCO

Miércoles, 8 de mayo 2019, 07:19

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Celebramos el Día de Europa, este 9 de mayo, en puertas de las elecciones al Parlamento Europeo. La mayor fragmentación política que se observa en muchos países del continente se trasladará también seguramente a la nueva legislatura europea, como indican las encuestas. Además, es posible que las tensiones que en los últimos años se han observado entre Bruselas y algunos Estados miembros se vean alentadas en Estrasburgo por un mayor número de escaños de partidos populistas, todos ellos euroescépticos cuando no contrarios a la misma construcción europea.

La vertebración de la política comunitaria seguirá descansando en el amplio consenso del que participa el grueso de socialdemócratas y populares, también apoyado por una mayoría de liberales. Pero la pérdida de peso de los defensores de ese Consenso de Bruselas no augura un tiempo de tranquilidad, cuando lo que más necesita ahora la Unión Europea es orden interno y unidad para abordar los importantes retos estratégicos a los que se enfrenta.

Hoy la geopolítica ha vuelto al mundo. No es que regrese la Guerra Fría, que fue un periodo muy específico en las relaciones internacionales, de un enfrentamiento a dos que obligó al alineamiento en sendos bloques, sino que entramos en un mundo algo más anárquico donde Rusia y China pugnan por laminar la influencia de Estados Unidos para alumbrar un reparto de poder multipolar. En ese contexto, o la Unión Europea juega a fondo y de modo consistente la carta de sus intereses geopolíticos o se situará en la irrelevancia.

Justo cuando se producen esos movimientos tectónicos y mayor solidez debía mostrar la UE es cuando los europeos estamos empezando a atascarnos en nuestros problemas internos. El mismo modelo de convergencia se ha visto en cuestión por el 'brexit' y se han registrado serios enfrentamientos entre las autoridades de Bruselas y diversos gobiernos nacionales, como los de Polonia, Hungría e Italia.

En realidad, no se trata de una coincidencia, sino que esos problemas devienen en gran medida de la nueva configuración internacional: el mayor nacionalismo imperante explica el impulso del 'brexit', la amenaza de Rusia ha impuesto a Polonia unas urgencias propias, China ha encontrado en Italia un socio especialmente necesitado de sus inversiones... Robert Kaplan advierte de que roto el encapsulamiento en el que Europa Occidental quedó protegida en la segunda mitad del siglo XX, hoy queda al vaivén de las tensiones geopolíticas mundiales: las migraciones desde África y Siria, que tanto han impactado en Europa, son quizá la mayor muestra de esa ruptura de diques que antes preservaban el modelo europeo.

La mayor división interna no presupone necesariamente un bloqueo en la toma de decisiones, como ha demostrado, al menos hasta ahora, la cohesionada negociación que Bruselas ha mantenido con Londres. Pero otros asuntos pueden resultar más complejos de abordar conjuntamente en medio de tiranteces, como es el caso de la relación con China o con Rusia. La consideración o no de un veto a Huawei en las plataformas de 5G podría abordarse incluso con amplia coordinación, tratándose de algo tecnológico y en cierta forma transfronterizo, pero el paso dado por Italia de integrarse en el proyecto de la Ruta de la Seda trunca la unidad de acción de la UE. También la actitud alemana de garantizarse el acceso directo al gas ruso a través de los dos gaseoductos Nord Stream, cuando la política de la UE es reducir la dependencia energética de Moscú, deja en evidencia que difícilmente los países, incluso liderados desde el europeísmo, subsumen vitales intereses nacionales a los de la Unión.

El resultado de las elecciones del próximo 26 de mayo son un termómetro de la evolución política en Europa. Más que por la composición de la Eurocámara que determinarán, son importantes como señal de la solidez o del deterioro de la voluntad de construcción europea. Una victoria de formaciones moderadas especialmente en Alemania y Francia es garantía de una cierta continuidad de la UE que hemos conocido hasta ahora, pero es conveniente que otros países, como España, también sigan aportando espíritu constructivo. Sin embargo, eso no basta: para ser gran potencia en un mundo multipolar, Europa tiene que desarrollar ciertas capacidades conjuntas, como las relativas a defensa, sobre las que hasta ahora se ha mostrado reticente.

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