Tres o cuatro mundos
«La nueva realidad con la que ahora hay que convivir es un territorio completo, independiente y autónomo, construido enteramente de mentiras y 'hechos alternativos', donde no cabe demostración ni prueba de verdad
Desde que el hombre es hombre y la mujer mujer hemos vivido en varios mundos a la vez. Nuestros antepasados repartían cómodamente su existencia entre ... el mundo de la realidad, el reino de la fantasía y el orbe sobrenatural. Habitar distintos ámbitos ha formado parte de nuestra condición natural.
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Hoy la índole plural persiste pero han cambiado los espacios de habitabilidad. Han irrumpido dos realidades nuevas, ambas muy recientes y sorprendentemente originales, que se han incorporado con un lenguaje propio a los mundos tradicionales que conocíamos. Se trata de la realidad virtual y de la que identificamos aquí como realidad falaz.
Por una parte, la secularización de la conciencia ha permitido conjuntar en el círculo de la fantasía el marco religioso y el de la imaginación, inaugurando así un medio común donde los dos se vuelven compatibles y participan en un mismo ensueño. Además, la creciente interiorización de la subjetividad a lo largo del tiempo ha ampliado el concepto de realidad, abriendo la puerta a un escenario íntimo o psicológico que conjuga con la sustancia empírica tradicional. Las experiencias y las prácticas son simultáneamente físicas y psicológicas, materiales y espirituales, fácticas y emocionales.
El mundo virtual, por su parte, incorpora vivencias nuevas y extraordinarias. Buena parte del día lo pasamos ahora ante una pantalla, consultando y compartiendo mensajes, imágenes y saberes. Nos hemos incorporado a esa red con extrema facilidad y con ella complementamos virtualmente el mundo efectivo de los hechos. Junto a los beneficios que nos aporta esta nueva forma de vivir, se han señalado también tres riesgos. Uno, la reducción de nuestra capacidad de memoria, que sustituye su registro particular por un disco duro externo que suple con creces nuestro almacenamiento. Otro, acostumbrarnos a disminuir el grado de concentración, dado que los dispositivos nos habitúan a recibir la información de modo pasivo, con menos esfuerzo de estudio, investigación y anhelo de profundidad. Por último, el proyector virtual aliena en exceso nuestros deseos, que se ven despertados y dirigidos de modo artificial. Nos gusta y atrae lo que nos proponen y nos inducen, por encima de lo que deseamos por nosotros mismos. Los deseos quedan en manos ajenas, pues brotan injertados por empresas que conocen nuestros datos mejor que nosotros y los saben codificar con algoritmos certeros. La publicidad, los relatos interesados y el peso de los 'influencers' no solo se aprovechan de nuestros deseos sino que nos los inculcan premeditadamente.
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Por último, ha surgido una realidad nueva en la que muchas personas han encontrado un ambiente de comodidad. Una realidad falaz que proclama verdadero lo que le conviene, sin apoyarse en demostraciones ni respeto por los acontecimientos. Con todo, esta dimensión nueva no consiste simplemente en un espolvoreado de mentiras, desinformaciones y posverdades que deforman los hechos de continuo. La nueva realidad con la que ahora hay que convivir es un territorio completo, independiente y autónomo, construido enteramente de mentiras y 'hechos alternativos', donde no cabe demostración ni prueba de verdad. No estamos, como digo, ante un cúmulo de falsedades que salpimientan la vida cotidiana y la falsifican, como ha sido hasta ahora, sino ante un enclave al completo. Su presencia nos obliga a compartir el día a día con los habitantes de un mundo falso y delirante que, no obstante, carece de la invención cósmica del loco y se contenta con ponerse al margen del sentido común y negar la mayor con todo el desparpajo posible. Además, como nuevo delirio de la humanidad, no conduce al aislamiento y la soledad, como sucede con el delirio psicótico, sino que nos arrastra a participar en esas configuraciones plurales que bautizamos como populismos, totalitarismos y autoritarismos, más o menos fascistas todos ellos, que para nuestro tormento hoy proliferan por todos los sitios.
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