Emergencia climática: urgencia y valentía
Tribuna ·
La cumbre de Madrid, que empieza mañana, debe ser el trampolín para el despegue de la acción climática urgentemario rodríguez. director ejecutivo de greenpeace españa
Domingo, 1 de diciembre 2019, 08:18
Sin olvidar y apoyar la lucha de la sociedad chilena contra las gravísimas injusticias sociales y ambientales que sufre su país, el hecho de que ... la vigésima quinta reunión del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático haya podido celebrarse finalmente es positivo en sí mismo, porque significa que la lucha contra el cambio climático se mantiene en la agenda política internacional. Esta es una condición necesaria, pero no suficiente: los compromisos de reducción de emisiones que adquirieron los países firmantes del Acuerdo de París no son suficientemente ambiciosos para cumplir con el objetivo de no sobrepasar los 1,5ºC de incremento de temperatura, tal y como reclama la comunidad científica.
La ONU ya ha alertado de que se deben multiplicar por cinco los esfuerzos para alcanzar esta meta: será necesario reducir las emisiones anuales en un 7,6% desde 2020 (un dato: partimos de una situación en que las emisiones globales han aumentado a un ritmo medio del 1,5% anual). Según la Organización Meteorológica Mundial, en 2018 se batió un nuevo récord de emisiones, con un incremento del 2,3% con respecto a 2017, alcanzando las 407,8 partes por millón (ppm). De hecho, en abril de 2019 se llegó a las 415 ppm, un valor que no se registraba desde hace tres millones de años.
La conclusión es clara: pese a que la comunidad internacional ha ido dando pasos para combatir el cambio climático en el último cuarto de siglo, estas medidas son a todas luces insuficientes. Estamos en una situación de emergencia climática que se debe afrontar con ambición, urgencia y valentía. Es el momento de que España y Europa asuman su responsabilidad y lideren la lucha contra el cambio climático. La Cumbre del Clima de Madrid debe cerrarse con un claro compromiso de los Estados para aumentar la ambición climática con urgencia y valentía.
En el contexto nacional, esta cita debería ser el impulso definitivo para la formación de un Gobierno estable en España que tenga en su eje principal la lucha contra el cambio climático. El nuevo Ejecutivo debe incrementar los objetivos climáticos nacionales y establecer una reducción de las emisiones de al menos un 55% para 2030 con respecto a 1990 (no el exiguo 20% que propone actualmente), y un sistema energético 100% renovable con participación ciudadana, acorde con alcanzar el cero neto de emisiones en 2040.
Esta cumbre, al menos sobre el papel, va a ser muy técnica, precisamente para dejar cerrado todo el reglamento del Acuerdo de París. Pero esto no le resta relevancia política mundial: el encuentro de Madrid debe incluir un verdadero debate sobre la ambición en la agenda formal de las negociaciones y finalizar con garantías de que los Estados, empezando por España, mejorarán de forma sustancial las contribuciones nacionales de reducción de emisiones en 2020, año previsto por el Acuerdo de París para la primera revisión.
El procedimiento para establecer los mercados de carbono es una de las pocas cuestiones no resueltas del reglamento del acuerdo parisino y será objeto de largos debates en Madrid. Las normas sobre mercados giran en torno al dinero, tanto para los países que quieren vender créditos de carbono como para los que buscan compensaciones y mecanismos de desarrollo limpio. La crisis climática que vivimos no deja espacio para compensaciones ni falsas esperanzas. Para ser coherentes con las recomendaciones científicas y no superar los 1,5 ºC, los países tienen que hacer frente a los sectores más difíciles de abatir. Esto significa que la ambición debe proceder de acciones domésticas efectivas y urgentes.
Es necesario un calendario común. Actualmente no hay plazos comunes y la mayoría de los países tienen objetivos a diez años. Esta cumbre es el momento para establecer periodos de cinco años para revisar y mejorar los objetivos periódicamente. Los plazos de cinco años incentivan la acción temprana, permiten respuestas políticas dinámicas y evitan encerrarse en niveles bajos de ambición.
La compensación de pérdidas y daños será un asunto clave también durante las negociaciones puesto que se va a revisar el Mecanismo Internacional de Varsovia que lo regula y, por tanto, no solo examinará el programa futuro, sino que también activará la continua controversia en torno a los fondos asignados.
En cuanto a la financiación, se necesitan garantías de los países desarrollados para alcanzar la meta de los 100.000 millones de dólares del fondo verde para 2020, así como un refuerzo significativo del marco de cooperación internacional.
En resumen, la cumbre debe ser el trampolín para el despegue definitivo de la acción climática urgente, maximizando el impulso y la presión política necesaria para evitar los peores impactos del cambio climático. Los gobiernos deben escuchar las demandas de las organizaciones ecologistas y de los movimientos sociales que en el último año han ocupado las calles para mostrar su preocupación y reclamar acción urgente y justicia climática. En especial, deben escuchar y actuar ante las demandas de una juventud que exige soluciones ya. No queremos tener que decir: «Ya es demasiado tarde».
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