La visita a España del presidente de Colombia, Gustavo Petro, reúne algunos elementos históricos y personales que animan a proyectar las relaciones con el gran país latinoamericano en clave de futuro y superación del pasado: por un lado, la biografía personal del mandatario colombiano, que militó en su juventud en el movimiento guerrillero M16 y, por otro, la inclinación de los nuevos mandatarios populistas de Latinoamérica a poner de actualidad el pasado colonial con España como argumento de cohesión política indigenista. Conceder relevancia y trascendencia a ambas circunstancias históricas ya superadas es un error que no debería lastrar las relaciones comerciales, diplomáticas y culturales entre ambos países. El gesto de los diputados de Vox ausentándose del Congreso antes de la intervención de Petro es un signo de intolerancia que en nada colabora a crear un clima positivo para la nueva hermandad que el propio presidente colombiano ofreció como proyecto de futuro. Pero esa actitud tolerante de dejar atrás el pasado interpela no solo a las fuerzas políticas españolas, sino también a los nuevos liderazgos de izquierda latinoamericanos, tentados a revisar la historia colonial con una memoria demasiado sesgada.
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