La constatación de que la Bolsa española acaba de cerrar su semestre más vigoroso en una década, situándose a la cabeza de los parqués europeos en un trance histórico severamente condicionado por los rigores de la guerra en Ucrania, realza la resistencia que viene mostrando la economía en un contexto complejo y espinoso. Resistencia que, en este caso, lleva los nombres del arraigo de una compañía de proyección mundial como Inditex, la recuperación post-pandemia de las firmas turísticas y la solvencia de un sector bancario que está ofreciendo garantías de solidez tras la feroz reconversión al que le forzó la gran recesión desatada en 2008. Pero si el escenario continúa presentando los suficientes interrogantes como para guardar la cautela –entre ellos, cuánto se prolongará la subida de tipos como mecanismo para embridar la todavía punzante inflación–, es preciso mantener también la templanza ante la desigualdad que existe entre las ganancias de la Bolsa y otros grandes indicadores económicos y la realidad cotidiana de miles de hogares. Familias que necesitan que la bonanza que aflora en distintos sectores se traduzca en unas mejores condiciones para poder llegar a final de mes.
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