Editorial: La baza Calviño
La elección de la ministra de Economía como presidenta del Eurogrupo pondría a prueba la coherencia interna del Gobierno
La recuperación del protagonismo en las instituciones internacionales que debería corresponder a la cuarta potencia del euro es un objetivo recurrente de los sucesivos gobiernos ... en los últimos años. Los nombramientos de Josep Borrell como alto representante para Asuntos Exteriores de la UE y de Luis de Guindos como vicepresidente del BCE han compensado solo parcialmente la infrarrepresentación de España en organismos de esa índole. Una escasa presencia que refleja una cierta pérdida de influencia en el concierto mundial, pero también un repliegue de su política exterior ante el aluvión de problemas internos que le han acechado, así como evidentes errores en la estrategia diplomática.
Tres ministros aspiran a puestos de relevancia cuya elección se decidirá a corto plazo: Nadia Calviño, a la presidencia del Eurogrupo; Arancha González Laya, a dirigir la Organización Mundial del Comercio; y Pedro Duque, la Agencia Espacial Europea. Los equilibrios nacionales e ideológicos que dominan esos procesos complican sobremanera el éxito en los tres nombramientos, por lo que el Gobierno deberá apostar. De las palabras de Pedro Sánchez se deduce que lo hace firmemente por Calviño, quien reúne a priori las condiciones idóneas para el puesto. Tiene una intachable reputación en Bruselas, donde se ha caracterizado por la defensa de la ortodoxia económica; ha participado activamente en el plan para la reconstrucción de la UE tras la pandemia y, como el portugués Mario Centeno, al que pretende sustituir, es socialdemócrata y pertenece a un país del sur. Además, está bien vista por Francia e Italia y, aparentemente, por Alemania. Juegan en su contra los recelos del norte y que España sea uno de los socios más afectados por la Covid-19.
El nombramiento de Calviño representaría toda una baza para el Gobierno. Pero también pondría a prueba su coherencia interna. El Eurogrupo es el guardián de la ortodoxia y el rigor contable. El país que lo preside ha de dar ejemplo en el cumplimiento de esos principios lo que, con unas millonarias ayudas de la UE esenciales para salir de la recesión, obligará al Ejecutivo a respetarlos escrupulosamente. Con toda probabilidad eso exigirá algún tipo de recortes en el gasto público. El PSOE parece dispuesto a asumir con realismo que no existe otra alternativa. La incógnita reside en si Unidas Podemos también lo hará aun a costa de contradecirse.
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