Dudar
Crónica del manicomio ·
«Cuando no se sabe dudar se prefiere desconfiar, que no exige estudio y viene grabada en el alma con el sello de lo natural»Dudar no es tarea fácil. Obliga a conocer bien la materia que se aborda. Si admitimos sin dificultad que una pregunta pueda resultar más difícil ... de formular que su respuesta, no cuesta mucho reconocer también que la duda exige más conocimiento que la certeza. Hay que dominar muy bien un tema para atreverse seriamente a ponerlo en cuestión sin caer en la frivolidad o la simpleza.
No olvidemos que una de las principales escuelas filosóficas de la Antigüedad fue la escéptica, que enseñaba a sus seguidores a dudar de todas las cosas. Incluso adiestraba a dudar de su propia duda, lo que llevaba a los discípulos a una suerte de serenidad improductiva. Tampoco debemos echar en saco roto que por entonces la filosofía no era una mera actividad académica sino una actitud que comprometía a todos los órdenes de la vida. La duda era un útil cognoscitivo, pero también un instrumento moral imprescindible. Cuando las ideas eluden convivir con la duda se vuelven peligrosas para la moral y la salud mental. La verdad plena crea angustia, tristeza y ansiedad. La duda, en cambio, pese a su mala fama como agente de inquietud, serena por sí misma más que un calmante. Al menos así lo hace a la larga, una vez superado el titubeo inicial.
Hoy se duda poco. Hay un ansia por tener razón, una necesidad de convicción tan urgente, que se impone al deseo de conocer y le deja en suspenso e inerme. Y esto no es una paradoja, ya que una verdad o un saber ávidos pero desprovistos de duda no implican sensatez ni buen sentido, pues se convierten en dogmas, en estrangulaciones del conocimiento que se suicida con la evidencia. Como tampoco es paradójico que la desconfianza no se relacione bien con la duda, aunque parezca su prima hermana, sino que lo haga mejor con la sospecha, que es una incertidumbre sobre la intención del otro que enseguida se reviste de conjeturas y reticencias paranoicas.
La duda es una virtud más difícil de encontrar de lo que parece. Tenemos la falsa idea de que cualquiera puede dudar a poco que piense. Pero, en realidad, la duda es una virtud acendrada que está al alcance de muy pocos. Por eso cuando no se sabe dudar se prefiere desconfiar, que no exige estudio y viene grabada en el alma con el sello de lo natural. Recordemos que lo primero que se nos ocurre en situaciones de peligro es sospechar y acusar. En cuanto sentimos las dificultades de vivir nos inventamos la seguridad de un enemigo. Sólo el espesor de la duda, que vive densa y apretada, nos permite corregir ese reflejo maniático de sentirse perjudicado, que con tanta facilidad embadurna y afea la existencia.
Si aceptamos estas consideraciones no nos cuesta entender que en un mundo como el actual, tan complejo como plano en sus explicaciones, el ciudadano se resista a dudar y prefiera sospechar e identificarse con una verdad cualquiera, ya sea nacional, populista, integrista o partidista, que igual da.
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