Dos discursos
«Dicen los intelectuales que nos enfrentamos a problemas complejos, nunca antes planteados»
Cuando se contrapone el discurso político actual, el de aquí y el de acullá, con las reflexiones sesudas, argumentadas y racionalizadas de intelectuales preocupados por ... escudriñar el presente y el futuro, se te queda el cerebro con visión borrosa. Como si quisieras combinar sustancias que se repelen entre sí, un agua con aceite imposible de emulsionar.
Una dualidad que supone un peligro para nuestro futuro como sociedad. Me explico.
Dicen los pensadores, cada uno con sus ideas, claro, que estamos inmersos en una revolución tecnológica de tal envergadura y a tanta velocidad que amenaza todo lo que conocemos, sembrando a nuestro alrededor incertidumbres y miedos. Que esa revolución viene liderada por unas cuantas empresas monopolísticas –Google,Amazon, Facebook o sus equivalentes chinas, Tencent, Alibaba – que son más poderosas que muchos Estados y a los que nadie ha osado aún poner cortapisas. Que los algoritmos, opacos y con sesgos, hoy nos orientan pero mañana nos gobernarán. Que puede que los robots, esta vez, invaliden el mantra de que toda revolución industrial elimina oficios, pero crea nuevos y suficientes puestos de trabajo. Que todo eso se conjuga con el cambio climático y sus consecuencias, como el deshielo del permafrost o la aparición de nuevos virus. Que todos estos desafíos son problemas complejos, nunca antes planteados, y que necesitan de soluciones igual de complejas y, además, negociadas y explicadas.
Dicen los políticos, hoy, en campaña madridencial –o madridemencial, que también– que los de izquierdas tienen «urticaria» si oyen la palabra «trabajo» y los de derechas, centrados o no, son todos unos fachas.
Y esa simpleza a brochazos sí que me da miedo de verdad.
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