Días de gracia

Se elevó a costumbre también aquello de conceder cien días de gracia a los gobiernos entrantes antes de poner las peras al cuarto o el grito en el cielo. Algo así como prueba de rodaje o periodo de garantía, pero sin derecho a devolución. Aquí nos lo podemos ahorrar, hemos despertado y el dinosaurio sigue allí. Mañueco repetirá curso y podrá seguir unos años más con la corona de laurel. De manera que no va a ser necesario poner patas arriba el despacho, formatear ordenadores ni triturar papeles a toda prisa.

Tampoco se prevé mudanza en fundaciones, chiringuitos y canonjías varias. Aunque en política, tras la tempestad, nunca llega la calma. Los mimbres son los que son pero toca marear la perdiz con el sainete de las estrategias y los pactos. Así que los que necesitamos cien días de gracia somos los sufridos votantes que, hartos de estas campañas permanentes, pedimos tregua.

Hasta que se aclaren, tal y como está el patio en la calle Génova, es mejor no meterse en floridos jardines antes de tiempo. Habrá que echarle sentido del humor y, en vez de columnas, escribir coplas como las que los juglares recitaban antaño para escarnio de los grandes personajes de Castilla.Y reírse, como dijo Groucho, es la segunda cosa más divertida que puede hacerse.