La descabellada moción de Vox
«Es evidente que Vox, que cuenta con más de los 35 diputados necesarios para convocar esa moción de censura, tiene todo el derecho a plantearla, aunque esté seguro de antemano de que no conseguirá ni un solo voto ajeno»
La próxima semana tendrá lugar la quinta moción de censura de la democracia -la presidenta de las Cortes la ha fijado en los días 21 ... y 22 de octubre-, planteada por Vox, que paradójicamente servirá apenas para dar realce a la peor lacra que ha padecido nuestro sistema político, la irrupción de una fuerza política antisistema y de extrema derecha, que mantiene una actitud dudosa con respecto a los más sutiles derechos y deberes democráticos y se alinea con las formaciones neofascistas del continente, como 'Rassemblement National', antiguo Frente Nacional, de Le Pen en Francia o la Alternativa para Alemania (AfD) en la primera potencia de la Unión. El acto parlamentario será, como mucho, una disparatada payasada que no ayudará a recuperar la menguada dignidad de lo público.
VOX, que surgió claramente como reacción ultranacionalista a la violencia secesionista catalana del 1-O y como alternativa dura a una derecha blanda y pasiva encarnada por Rajoy, ha terminado vertebrando el ala derecha del viejo PP, aprovechando el grave descrédito que ha sufrido este partido por los episodios de corrupción que terminaron dando viabilidad a la moción de censura que expulsó del poder a la fuerza conservadora, facilitando el ascenso de Pedro Sánchez al poder.
Vox se hizo patente de manera ostensible en las elecciones andaluzas de 2018, tras las que su concurso posibilitó la formación del primer gobierno conservador en la región, y sobre todo en las dos elecciones generales de 2019, en que la formación de Abascal consiguió 24 escaños en abril y 52 en mayo, hasta dar verosimilitud a la posibilidad del 'sorpasso', como ha ocurrido en otros países europeos en que la extrema derecha ha terminado absorbiendo a la derecha moderada. Aquí, esta es la pretensión de los radicales, facilitada por el hecho inverosímil de que los partidos democráticos -el PP y C's- no han establecido el cordón sanitario que sí se ha construido en Francia o en Alemania en torno a las formaciones similares. Y en el desarrollo de esta estrategia, la formación ultra ha planteado la pintoresca moción de censura, que en realidad no es contra Pedro Sánchez sino contra Pablo Casado, quien se encuentra entre la espada y la pared: descartado el apoyo, votar en contra representa alinearse con Sánchez, mientras que abstenerse supone manifestar falta de carácter, condescender con Sánchez y admitir la legitimidad de la pretensión ultraderechista.
Los 'motivos' de la moción, expresados en un divertido documento de 34 páginas, son desaforados y espectaculares: I.-De la constitución del actual Gobierno social comunista mediante fraude al electorado español y su dependencia de las fuerzas políticas separatistas; II.-De la gestión criminal de la pandemia de enfermedad por coronavirus; III.-De la degeneración democrática y el asalto a los contrapoderes llamados a limitar al Poder Ejecutivo. IV.-Del inconstitucional cercenamiento de los derechos y libertades del pueblo español; V.-De la corrupción vinculada a narcodictaduras y regímenes totalitarios; VI.-De la quiebra de la concordia nacional y la deslegitimación de la Transición. El mero enunciado de los móviles suscita la sonrisa. Que llega a la carcajada si se desciende a los pormenores. La truculencia es mala consejera en política, en la que, ya se sabe, lo sublima está siempre cerca de lo ridículo.
Es evidente que Vox, que cuenta con más de los 35 diputados necesarios para convocar esa moción de censura, tiene todo el derecho a plantearla, aunque esté seguro de antemano de que no conseguirá ni un solo voto ajeno. El presidente del Gobierno, por supuesto, ha de ejercer el acto de cortesía parlamentaria de subir a la tribuna y darse por aludido. Pero no tiene obligación alguna de bajar a la arena a contradecir un cúmulo de disparates que sólo algunos fanáticos -ni siquiera todo el público de Vox- puede llegar a digerir. Los portavoces de Vox no tienen en su haber mensaje alguno que pueda interesar a los ciudadanos decentes, por lo que para la mayoría de este país esta escenificación parlamentaria no merece comentario alguno. Por fortuna, la sociedad española está en otras cosas, también muy polémicas pero dentro de los cauces de la convivencia, amenazada por estos extremismos.
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