La dependencia
La primera acepción del Diccionario la define como «subordinación a un poder». Aquí puede estar el intríngulis del problema. Porque quizá a cambio de ayudar a alguien se le subordine a una autoridad
La dependencia es un concepto malicioso. Es un mal bicho que, bajo las apariencias de protección y socorro, te puede inocular un microbio mortal, el ... virus de la cronicidad y el infantilismo.
En principio todo parece provechoso. Te encuentras en situación de necesidad, donde no puedes valerte del todo, ya sea por loco o por achacoso, y el Estado benefactor te facilita las ayudas necesarias para tu autonomía y para acompañarte en tu desdicha. Hasta aquí nada que objetar. Las dudas son más tardías. Surgen ante la etiqueta que recibes a cambio y ante las consecuencias que puedan derivarse en lo sucesivo del título que acaricias.
Cuando se recela de algo, como es el caso, lo más conveniente es recurrir a la lengua. Lo mejor es seguir el camino de la palabra para dar con alguna pista limpia. En el diccionario de la Academia, la entrada «dependencia» sólo logra el sentido que aquí abordamos en su séptima acepción: «Situación de una persona que no puede valerse por sí misma». La palabra, entonces, es fácil que nos traicione con el resto de significaciones. La primera suele ser la más traidora. La nuestra es escueta. Define la dependencia como «subordinación a un poder». Aquí puede estar el intríngulis del problema. Porque quizá a cambio de ayudar a alguien se le subordine a una autoridad.
El inconveniente no es la ayuda en sí misma, sino que para recibirla debas ser valorado y casi seguramente clasificado e inmediatamente sometido. El precio de la prestación es integrarte en la categoría de dependientes y diagnosticados. Para esa hora la máquina burocrática te ha deglutido y, ya seas loco o anciano, el sistema devora la poca libertad que te quedaba.
Si te tienes por loco y solicitas la dependencia, ten en cuenta que pasas a ser esclavo de la gratificación y del aparato que te la concede. En adelante tienes que mantener el diagnóstico como sea, aunque para ello hayas de pasar por las horcas caudinas de la psiquiatría. Tienes que reconocerte enfermo y hacer gala de conciencia de enfermedad. Si no obedeces, e incluso obedeciendo, probablemente tendrás que medicarte y seguir las pautas que te indiquen, estés o no de acuerdo. Quizá te obliguen a hacerlo contra tu voluntad. Si no lo haces te pueden incapacitar. Eres dependiente. No se te olvide. Debes someterte. Debes volverte más dependiente de lo que ya eras. Es el precio de la ayuda que tienes que pagar.
Y si eres un anciano o una simple persona de edad, y solicitas la dependencia y la obtienes, ten cuidado. Te pueden confinar. Van a mirar por tu salud, incluso te van a obligar a estar sano aunque no quieras. Aunque prefieras seguir siendo libre y correr con los riesgos de los años y de la libertad. En cualquier caso, te van a tratar como a un niño, te van a infantilizar. Tu opinión ha dejado de contar. Eres un niño viejo. Desde hace años el Consejo de Ancianos no se ha vuelto a convocar.
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