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Crisis tras la crisis: de 2008 a 2020

«Las consecuencias que se derivan de cualquier crisis económica y social traen siempre consigo destrucción de empleo, endeudamiento de las empresas, reducción del consumo y cierre de negocios»

Viernes, 24 de abril 2020, 07:42

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Si hace apenas unos meses alguien predijera que a día de hoy estaríamos en una situación de confinamiento, con la economía mundial parada, y con un tejido empresarial debilitado, muchos no se lo creerían. La situación de crisis sanitaria y humanitaria provocada por la covid-19 ha supuesto un duro golpe a nuestro país desde un punto de vista político, social y económico.

A muchos les aturde pensar si estamos de camino hacia una crisis económica como la padecida en 2008 o, por el contrario, no tiene precedente cercano alguno. Por aquellos años estábamos en una situación insostenible, viviendo por encima de nuestras posibilidades, los bancos concedían préstamos sin mayor inconveniente, lo que provocó que se alcanzaran niveles de endeudamiento insostenibles que provocaron un colapso en el sistema financiero ante los ojos -¿contemplativos?- de muchos españoles. La burbuja inmobiliaria derivó en endeudamiento de empresas y familias, provocando un parón en la economía que llevó a la recesión y a un crecimiento económico negativo, con las consiguientes consecuencias laborales, empresariales y sociales: de un paro con una cifra mínima en 2007 (1,76 millones, lo que correspondía a apenas un 8% de toda la población activa) se pasó a registrar un máximo histórico en apenas cinco años de más de seis millones de personas, lo que suponía prácticamente el 30% de la población activa.

Ahora, en abril de 2020, el origen de la crisis económica que ya estamos padeciendo y que según diversos estudios y cálculos se va a agudizar, tiene como origen no una crisis financiera sino sanitaria producida por un elemento inesperado, pero determinante: la covid-19, un virus cuyo origen aún no es claro y que provoca varios escenarios. Bien es cierto que la situación de las economías presenta un mejor estado que cuando fue la crisis de 2008, puesto que el nivel de endeudamiento de hogares y empresas es menor y el sistema financiero y crediticio está más sano.

A pesar de este punto de partida, las consecuencias que se derivan de cualquier crisis económica y social traen siempre consigo destrucción de empleo, endeudamiento de las empresas para sofocar la situación de pagos a proveedores y a terceros, reducción del consumo y cierre de negocios: parón económico. A esta realidad, ahora se suma la declaración de estado de alarma que deriva en una limitación de los movimientos de la ciudadanía y empresas, cierre de negocios por causas de fuerza mayor, en especial los relacionados con la hostelería y el turismo; expedientes de regulación temporal de empleo (ERTES) a causa de esta situación excepcional que obligan a las empresas a frenar su producción con la desestabilización e incertidumbre del empleo, en el mejor de los casos, o con una destrucción del mismo, en el peor caso, que determinará el camino a seguir a corto plazo por la empresa.

Los datos son abrumadores. Así, el pasado mes de marzo el paro aumentó en 302.265 personas respecto del mes anterior, situándose en un total de 3.548.312 parados. Actualmente ya se estima que hay más de 4,5 millones de trabajadores afectados por un ERTE, lo que supone un coste para las arcas públicas de 6.000 millones de euros. La cifra no parece que vaya a descender, pues se avecina un verano un tanto atípico donde el turismo se verá muy reducido, por lo que no será necesario contar con tanto personal como en años anteriores. Según los expertos no hemos vivido una «experiencia tan dramática como la actual desde la II Guerra Mundial entre 1939 y 1945».

Así mismo, ya es una realidad que la recesión de 2020 será más profunda que la de 2008, cuyas consecuencias se notarán en un corto plazo. El Banco de España prevé una caída sin precedentes de hasta el 13% del PIB en 2020, con la consiguiente pérdida de riqueza al reducirse notablemente la actividad y el empleo. Además, se estima que el déficit alcanzará el 11%, lo que hace retrotraernos a los niveles de los años del rescate financiero, pudiendo llegar la deuda pública durante este año a más del 120% del PIB.

La pregunta que el lector se puede estar haciendo es: ¿y cómo salimos de esta? Para dar respuesta a esta pregunta hay que partir de la necesidad de que la Unión Europea demuestre un claro liderazgo entre todos los Estados de la Unión, tomando la delantera ante las adversidades económicas para demostrar su importancia y necesidad de coordinación, pues es la filosofía con la que se creó. De lo contrario, pondrá en tela de juicio su papel de liderazgo en cuestiones capitales como es la pandemia que nos toca vivir. Por otro lado, también es necesario que todo se haga en coordinación con los Gobiernos centrales de cada país. En concreto, en España, el conjunto de medidas aprobadas configura una respuesta contundente, pero no suficiente, ante las consecuencias generadas por la Covid19, sentando las bases para que los efectos nocivos sobre empleo y actividad empresarial se caractericen por la eventualidad y se proyecte un repunte de la actividad del tejido empresarial cuando la epidemia esté controlada. Es del todo importante y necesario que se salvaguarde el bienestar económico de la sociedad, así como su capacidad productiva, por lo que hay que despejar toda clase de incertidumbres y presentar medidas que hagan volver a retomar la confianza del ciudadano, pues solo de esta manera se reactivará el consumo, verdadero motor de la economía.

A pesar de todas estas realidades en el orden económico y laboral, esta crisis se caracteriza por la pérdida de multitud de personas a causa del virus. En 2008 asistíamos a una crisis eminentemente financiera, ahora nos adentramos en una crisis económica derivada de una sanitaria que, según los datos, parece que estamos iniciando el camino de retorno a la normalidad. Es una realidad que todos saldremos reforzados, aunque nuestros hábitos diarios y sociales cambiarán por el bien de todos. Para lograr seguir avanzando hacia delante, y dejar atrás este «mal sueño», necesitaremos altas dosis de confianza y responsabilidad por parte de todos. Sin duda lo lograremos.

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