Coronavirus

Ahora se nos dice que el brote chino está más o menos controlado, que los muertos no llegan a los 3.000, pero que su crecimiento económico experimentará un severo descenso a causa de la enfermedad. Es sorprendente que una gripe ocasione una disminución del PIB de cientos de miles de millones de euros en un país que es la fábrica del mundo. La OMS y las autoridades sanitarias insisten en que no hay que caer en el pánico, cosa que sí hacen las bolsas, que se han derrumbado. Ya sabíamos que el dinero era miedoso, pero no tanto. Se suspenden eventos deportivos, ferias internacionales, se cierran rutas aéreas, fronteras...

La Feria del Libro de Londres, suspendida, es probable que los Juegos Olímpicos no se celebren, que la Eurocopa se suspenda. Milán es un desierto, una ciudad fantasma. Italia cierra escuelas, universidades y mucho me temo que, pasados unos días, aquí hagamos lo mismo. Ese panorama casi apocalíptico contrasta enormemente con la tranquilidad y normalidad que se pretende transmitir desde nuestras autoridades. ¿De verdad una especie de fuerte catarro, que no supone riesgo vital excepto si padeces alguna grave enfermedad añadida, puede causar ese destrozo económico?

Estoy convencido de que la actitud mesurada de nuestros expertos y autoridades nacionales, alejada del alarmismo, es la más correcta y adecuada para gestionar esta crisis. Información veraz es lo nos puede mantener a salvo del miedo, libres del pánico. Pero todas esas cosas extraordinarias, que nunca habíamos visto, no contribuyen a la tranquilidad.

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