En la confitería
CRÓNICA DEL MANICOMIO ·
«Comer es un acto que nos desnuda, nos recubre de sensualidad y nos aproxima al orgasmo»Hace un par días pasé por La Espiga para comprar, según algunos, el mejor pan de la ciudad, y como la afluencia era numerosa me ... entretuve en observar.
Delante de mí, un señor bien trajeado porfiaba sonriente con la confitera. Quería un pan blanco, pero todos los que le ofrecían le parecían oscuros o demasiado claros. Por fin, uno pareció convencerle, sin que nadie, salvo él, encontrara diferencia con los demás. A primera vista podría pensarse en alguien obsesivo que dudaba de sus decisiones más de lo natural, pero, por encima de su momentánea irresolución, no había titubeo ni inseguridad en su decir ni en sus modales. Tampoco se comportaba como esas personas que vacilan artificialmente para dar muestras de sensatez, razonamiento y análisis profundo en todo lo que hacen. En cambio, con él me vino la percepción de que la comida, hasta la más solitaria, se articula siempre con la presencia o los afectos de alguien, y este buen hombre no podía acercarse al pan sin comprometer a la dependienta ni poner a prueba la paciencia de los parroquianos. De niños nos dan de comer entre besos y arrumacos, y esa presencia materna vuelve imprescindible un testigo, ya sea real o imaginario, exterior o interior, que nos acompañe cuando cogemos un trozo de pan y lo llevamos a los labios.
Poco después, una señora se mostró desconcertada cuando le preguntaron diligentemente si quería algo más. Se sonrojó de repente y enseguida añadió a su compra, hablando con voz muy baja, un cuarto de bizcochos y medio de pastas. Pasó vergüenza. Lo compró intimidada, pagó rápido y salió con la cabeza baja, como apestada. Probablemente pensó que comía en exceso o que gozaba. Al fin y al cabo, comer es un acto que nos desnuda, nos recubre de sensualidad y nos aproxima al orgasmo. Adán y Eva se sintieron desnudos y condenados a comer el pan con el sudor de su frente. Comer es nuestro primer acto moral. Hermano de la soberbia, pero anterior al robo o el asesinato. Los supervivientes de los campos de exterminio destacaban la capacidad del hambre para hacerles perder la humanidad y todo tipo de sentimiento compasivo o de solidaridad. Esta buena mujer, que pasó sin mirar a mi lado, era un buen ejemplo del influjo de la moral en el alimento. La comida es el fundamento de la ética. Unos comen con mucho pudor como otros lo hacen con publicidad y descaro. De hecho, poco después, un cliente desinhibido elogió a voces la torta de chicharrones que guardó con cuidado.
Desde el punto de vista moral la confitería es un territorio sagrado. El placer, el deseo, el cuerpo y el dolor se citan a diario en torno a su mostrador. Nadie, salvo los que tienen bula –la bula de la gula–, vuelven sin pecado de una confitería. Unos salen con la penitencia en el alma y otros con la absolución en las manos.
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