Hoy se celebra en la Universidad de Valladolid un homenaje a quien ha sido catedrática de derecho constitucional en su Facultad de Derecho durante casi ... treinta y tres años, Paloma Biglino Campos, con motivo de su jubilación. Es el momento oportuno, entonces, para hacer una semblanza sobre su trayectoria universitaria e institucional, desarrollada antes y después de su acceso a la cátedra, y dar a conocer así su extraordinario compromiso con la universidad, y su amor intelectual a la Constitución y a lo que ese texto fundacional de nuestro estado social y democrático de derecho significa para la igual dignidad y libertad de todas las personas que convivimos en nuestro país.
Si algo caracteriza a Paloma Biglino es que aborda sus tareas con tal responsabilidad y criterio que casi siempre lo ha hecho de una manera silente, como es su carácter, con la intención de actuar en beneficio de las instituciones en las que ha trabajado, y no en el suyo propio, preservando lo que hubiera que preservar, modificando lo que necesitaba cambio, y adoptando las decisiones que correspondía para que la institución alcanzase de la mejor manera los objetivos que le fueran propios, sin pretender más protagonismo que el que se desprendiese de manera natural de tales tareas. Así fue cuando ejerció como decana de la Facultad de Derecho o directora del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid, como directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC), como vocal de la Junta Electoral Central y de la Junta Electoral de Castilla y León, o como miembro de la Comisión de Venecia del Consejo de Europa, entre otros puestos institucionales. No viene al caso enumerar los muchos hitos allí alcanzados, los currículos del profesorado universitario son fácilmente accesibles a través de internet, basta con poner de manifiesto que su dedicación al trabajo se ha hecho tangible de muy diferentes maneras, las que se precisaban en cada momento en cada institución, sin fuegos de artificio (por citar a modo de ejemplo, la constitución del Instituto de Estudios Europeos, la renovación del edificio de la Facultad de Derecho, la puesta en marcha del prestigioso Máster en Ciencia Política y Derecho Constitucional del CEPC…); y ese es el modo en que su huella va a perdurar en el tiempo, pues las obras son amores y no las buenas razones.
Como es por sus obras por lo que de verdad se conoce a las personas, el prestigio de Paloma Biglino en la academia tiene mucho que ver, también, con el rastro imborrable que ha dejado marcado en el área de derecho constitucional de la Universidad de Valladolid. Sostuvo esa área, cuando aún no era profesora numeraria, con un tesón que pudo dar buenos resultados por el tándem que formó de inicio con Edmundo Matia (otra persona que requiere de un homenaje a la altura de su contribución a la Comunidad de Castilla y León) y por el posterior apoyo incondicional que le brindó el profesor Manuel Aragón a su paso por esta universidad como catedrático del área. Fue a partir de ese momento cuando empezó a tomar cuerpo la «escuela de derecho constitucional de Valladolid» encabezada por Paloma Biglino, como «manifestación» de la «escuela matriz» dirigida por Francisco Rubio, Manuel Aragón y Juanjo Solozábal, a cuya consolidación contribuyó enormemente, con su forma liberal y desprendida de afrontar la vida, Alfonso Fernández-Miranda en los años en que fue también catedrático de derecho constitucional en la Universidad de Valladolid.
A principios de los años noventa del siglo pasado, por tanto, se había creado el caldo de cultivo para que, alrededor de Paloma Biglino, ya catedrática, se consolidase en la Universidad de Valladolid un grupo de personas intensamente comprometidas con la tarea universitaria que han crecido bajo el abrigo que ella ofrecía, en un ambiente de trabajo donde imperaba la lealtad y el respeto mutuo, y donde los recién llegados «ajenos» a la escuela original se integraban con facilidad y contribuían también a enriquecer al área de derecho constitucional, como ocurrió con Javier García Roca en el tiempo en que estuvo en la Universidad de Valladolid como catedrático de la asignatura. Ese espacio de libertad y de rigor intelectual que ha perdurado en el tiempo gracias a la profesora Biglino ha formado a excelentes constitucionalistas que han tomado asiento en la Universidad de Valladolid y en la de Burgos, juristas que han proyectado su talento más allá de los muros académicos, de muy variadas formas, en ministerios y consejerías autonómicas, como asesores gubernativos o de instituciones internacionales, como vocales de juntas electorales, como letrados de parlamentos o del Tribunal Constitucional. Y ha sido así de manera continuada a través del tiempo, para los más antiguos del lugar y para los más jóvenes.
Ese es el gran legado de Paloma Biglino; ha sido su respetuoso trato con las personas, su generosidad y su capacidad para formar equipos, lo que ha permitido que el área de derecho constitucional de la Universidad de Valladolid sea un referente en el derecho constitucional español y que se haya proyectado, además, en el ámbito europeo y en el internacional. Y ha sido así, también, porque la homenajeada ha querido explorar intelectualmente todos los espacios cuyos conflictos han de ser resueltos por la Constitución, y ha contagiado de ese espíritu a los demás profesores del área. Merece la pena que se destaque que la profesora Biglino ha sabido trascender intelectual y profesionalmente más allá de su ciudad y de su comunidad autónoma, pero manteniendo al mismo tiempo un fuerte compromiso con esta tierra. Un par de muestras que lo acreditan son las excelentes relaciones, personales y académicas, que mantiene con los profesores de las otras universidades de Castilla y León (Salamanca, León, Burgos), o los numerosos proyectos de investigación que ha dirigido y que tenían por objeto las instituciones y el ordenamiento jurídico de nuestra comunidad autónoma. Y en ello esperamos seguir viéndola tras su jubilación, seguro que sólo formal, para que continúe iluminando y abriendo nuevos caminos en todas las facetas del derecho constitucional que ha abordado, tanto los derechos fundamentales, como la participación política, la independencia judicial y la justicia constitucional, el estado autonómico, o el derecho y la integración europeos.
Decía Flaubert, parece ser, que la semblanza de un amigo ha de escribirse como si fueras a vengarlo; con Paloma Biglino no hace falta tanto. Para poner de manifiesto todos sus valores y su dedicación a la profesión de jurista basta con calificar el resultado de su trayectoria y decir que es toda una señora del derecho constitucional; porque ha gobernado y gobierna en ese ámbito del derecho, lo ha hecho mereciendo el respeto de sus colegas de la academia, y se ha comportado en ello con toda la dignidad. Hay otra acepción del sustantivo «señora» y «señor» que nos encaja a casi todos los que hemos recorrido la vida universitaria en Valladolid bajo la protección de la profesora Biglino, la de personas de cierta edad que no son ya jóvenes, entre ellos hasta cinco catedráticos y otros tantos profesores titulares de universidad; y es una acepción que, creo yo, todos aceptamos gustosamente, también Paloma Biglino, porque podemos decir que el tiempo transcurrido desde que éramos jóvenes lo hemos empleado para hacernos señoras y señores de verdad, en la vida y en nuestro trabajo, intentando comportarnos dignamente sin frivolizar ni infantilizar nuestra profesión y nuestras responsabilidades institucionales. Para lo cual, hemos tenido el mejor referente. Gracias, Paloma, por todo; gracias de parte de todos.
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