Santos Cerdán a su llegada al Tribunal Supremo, del que salió para entrar en la prisión de Soto del Real por orden del juez. Ignacio Gil
El avisador

Organización

«Yo no sé si Víctor de Aldama, con sus 42 días en el trullo, se ríe más o si llora menos que Santos Cerdán desde Soto del Real, donde ha escrito su solicitud de libertad al Supremo denunciando el 'incomprensible agravio comparativo'»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 18 de octubre 2025, 08:40

No es fácil de explicar. Y menos si eres jurista. No es sencillo argüir, y mira que lo intentan los así llamados tertulianos, por qué ... Santos Cerdán tardó cinco minutos en ingresar en prisión y José Luis Ábalos exhibe todavía su acta de diputado. Y duerme cada noche (pensamos) en alguna de las camas de alguna de sus casas, según le da su libertad para elegir dónde enfrentarse con sus pesadillas. Quizás resulta más fácil no de entender, pero al menos sí de digerir, si tenemos en cuenta que ambos dos, que tuvieron una misma misión, la organización de su partido, vivían en el mismo país en el que Oriol Junqueras pasó tres años y siete meses entre rejas y los mossos dejaron escapar impunemente a Carles Puigdemont. Por ejemplo.

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Dejó escrito Fiódor Dostoievski que «el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato que da a sus presos». No es complicado en este caso pensar a qué se refería cuando hablaba de la Rusia que le tocó vivir. Pero sí nos puede llegar a turbar, y mucho, si tratamos de aplicar el baremo a la sociedad española actual, con respecto a las personas que están dentro o fuera de la cárcel, con los mismos procesos. La imagen de la cabeza de Rodrigo Rato, suavemente empujada para que entrara en el coche policial antes de ingresar en prisión, donde pasó un año y seis meses, nos hizo pensar por un momento que vivíamos en un país tan justo, y tan civilizado, que no dudaba en meter entre rejas a todo un vicepresidente primero del Gobierno de España, además de director gerente del Fondo Monetario Internacional. Luego, quizás, la fe algo se ha ido debilitando.

Cuando hablamos de organización de los partidos, hay que recordar, acaso, que Luis Bárcenas sigue en la cárcel por su modo de trabajar con la tesorería del PP, lo mismo que Álvaro Pérez (alias El Bigotes) pasó cuatro años y siete meses a la sombra por su protagonismo en la trama Gürtel. Las comparaciones son odiosas, claro, pero lo cierto es que la misma semana en que hemos sabido que el juez Peinado pedía más tiempo, hasta abril de 2026, para prorrogar la instrucción sobre el caso Begoña Gómez, hemos conocido también las grabaciones y mensajes intervenidos por la guardia civil en los que Koldo García (alias Koldo) cumplía sus misiones pedagógicas con pulcritud contable utilizando cuatro sobres bien diferenciados: uno para desembolsos del Ministerio de Fomento, otro para actividades del PSOE, un tercero para gastos personales en el ejercicio de la misión y un cuarto, sin mezclar, lleno de 'chistorras' (que es como llamaba a los billetes de 500 euros), destinadas a sexo, droga y rock and roll. Más o menos.

Yo no sé si Víctor de Aldama, con sus 42 días en el trullo, se ríe más o si llora menos que Santos Cerdán desde la prisión de Soto del Real, donde ha escrito su solicitud de libertad al Supremo denunciando el «incomprensible agravio comparativo» de su caso con respecto a sus antiguos compañeros. Incomprensible para él y para todos aquellos que piensan que los sobres y las chistorras y la trata y el trato cotidiano con prostitutas, entre miembros de alto rango del partido, quizás deberían pesar algo más en las sentencias de los jueces, al lado de las grandes cifras del cohecho, el tráfico de influencias, la prevaricación, la malversación, el fraude, el blanqueo de capitales o el enriquecimiento ilícito, con los que se tanto lío se hacen los juristas. Por no hablar del robo, el saqueo, el mangue, el choriceo, el pillaje, el mamoneo o el despojo, con el que nos hacemos tanto lío los mortales. Nada, digo yo, que no quepa en cuatro sobres bien administrados. Eso es organización.

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