Cámaras tuertas
Las cámaras instaladas junto al Acueducto solo vigilarán el tráfico y no a los dañinos. Vienen con un parche en el ojo
Aquí estoy porque he venido, parecen decir las cámaras recién instaladas junto al Acueducto. Y han llegado para controlar el tráfico y, por ahora, no ... para vigilar la actuación de los maltratadores de las bimilenarias piedras, que dicen en Cándido mientras trinchan el cochinillo.
Cámaras de un solo uso, hasta que decida quien le corresponda. Si pasa por debajo de los arcos porque el maldito navegador –casi siempre navegadora– le ha indicado que por narices su vehículo ha de ir por ese camino y usted es persona disciplinada y le obedece, pues multa que le va a caer; si con la camioneta de reparto bordea el momumento fuera del horario de carga y descarga, también le darán la del pulpo. Sin embargo, si usted es un turista graciosillo, aficionado a los selfis, en calzones por la rodilla en verano o como el explorador Amundsen en invierno, se sube al Acueducto para hacerse una fotografía o lo maltrata de obra, la sanción nunca le llegará aunque lo graben las cámaras. Todo lo más que puede llevarse es una bronca o un par de otras cosas de un segoviano indignado.
Son cámaras tuertas, que solo ven por el ojo del tráfico y cierran aquel que vigila a los dañinos. Y todo hasta que se apruebe la ordenanza que las permita abrir el ojo cerrado y dejarnos más tranquilos ante la presencia de maleducados, forasteros pero también nativos. Así serán esos ojos que todo lo ven y que ya están aquí porque han venido, aunque a esta estúpida frase habría que añadir que se han presentado con un parche en el ojo. Veremos.
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