Un año que no caerá en el olvido

El 2020 ha sido muy duro, y no solo por los confinamientos padecidos, las limitaciones a la movilidad sufridas y las restricciones a la libertad soportadas; sino sobre todo por la angustia e impotencia que nos ha invadido, por la pérdida de familiares y seres queridos, a los que apenas hemos despedido, y por haber sido testigo de cómo casi desaparecía el turismo, se cerraba en gran medida el canal Horeca, miles de empresas bajaban sus persianas, y centenares de miles de trabajadores entraban en Ertes o se quedaban en paro.

A pesar de estar en una sociedad considerada cada vez más moderna, libre e independiente y con mayores accesos a los canales de información y a los conocimientos tecnológicos; hemos comprobado la debilidad y fragilidad del ser humano, y hemos tenido en mayor consideración realidades, que a diario nos han mostrado los medios de comunicación, como el sufrimiento o la muerte, que normalmente teníamos escondidas o no se manifestaban de forma tan directa.

Los tres largos meses encerrados en casa y tras el breve paréntesis estival, los confinamientos de carácter perimetral; nos han obligado a meternos en una especie de burbuja que apenas nos permitía pensar en otra cosa que no fuera en las lamentables noticias diarias de fallecidos, hospitalizados y contagiados.

Pero junto a esto, también hemos sido más conscientes de la importancia de determinados valores que quizás teníamos algo olvidados: el apoyo familiar, la ayuda mutua, la fortaleza, la responsabilidad y la colaboración; y hemos valorado en mayor medida las relaciones humanas, el afecto, el saludo y las palabras de los nuestros. Además hemos conocido el lado más solidario de la sociedad, gracias al cual los Bancos de Alimentos, Caritas, Cruz Roja y otras instituciones benéficas, de la mano del voluntariado, la generosidad y la solidaridad de tantas empresas y particulares, no daban abasto en el suministro de alimentos a miles y miles de personas que apenas podían subsistir en medio de la pandemia.

En estos largos meses, las conversaciones han girado mayoritariamente en torno a la salud y la alimentación, cobrando una especial relevancia y protagonismo el sector sanitario y el sector agroalimentario. Dos sectores que no han fallado, que han estado ahí en el día a día y que han contribuido a dejar una ventana abierta a la esperanza. Nuestras cooperativas y empresas agroalimentarias, gracias a la soberanía alimentaria y a pesar de los problemas padecidos por aquéllas con mayor ligazón al canal Horeca, han estado a la altura de las circunstancias y no solo han proseguido con sus labores comerciales y de suministro de alimentos de calidad, sino que también se han mostrado solidarias económica y socialmente con el conjunto de la sociedad, contribuyendo con diferentes acciones a disminuir los perjudiciales efectos de la pandemia.

Iniciamos un nuevo año con deseos de salud para todos y buenas cosechas para el agro, con la esperanza puesta en la pronta recuperación de la maltrecha economía y en la erradicación de la pandemia, con la mirada dirigida hacia el cielo, y recordando las evocadoras rimas de Antonio Machado en su poema 'A un olmo seco', en las que además de mostrar su honda preocupación por la enfermedad de Leonor, su mujer; en los últimos versos manifiesta sus deseos y esperanza de recuperación futura: «Olmo, quiero anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida. / Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera».