Una buena tarde
Parece que no queremos que los jóvenes emigrantes vuelvan en Navidad, pasen su Tardebuena y nos alegren unos días la debacle poblacional
Bullía el martes la chavalada –y la no chavalada– Calle Real arriba, camino de la Plaza Mayor. Y lo hacía con sus bolsas y vasos de plástico, que tanto contaminan; si los ve Greta, se enteran. Llegados a su destino, muchos se entregaron al botellón en la ya icónica Tardebuena, síntoma de la evolución que le espera a la tradicional Nochebuena, en la que en un futuro no muy apartado habrá más rap que villancicos y a la tarde de copas le seguirá la noche con todos los bares abiertos. Y si no al tiempo.
Mientras este advenimiento nada santo se produce, con una patada al recogimiento familiar navideño, en Segovia vivimos dos tsunamis: uno por lo ocurrido, con miles de personas en la calle pasándolo bien –qué cosas tienen– y otro por la despoblación, que su avance es aún más inexorable que el del cambio de tradiciones navideñas. De nuevo, los datos son tristes, aunque por ser benévolo, la costalada es suave en general.
En la ciudad solo hay una diferencia de nueve habitantes menos respecto al censo anterior; no sé si se les ha perdido la pista porque continúan de Tardebuena desde hace dos años, que cosas más rocambolescas se han visto. Si así es, al menos se han evitado la bronca que les ha caído a los demás por salir a celebrar que en estos días de Navidad somos más paisanos en la Segovia vacía, porque vuelven quienes viven fuera. Muchos eran esa chavalería, tiernos emigrantes, que parece no queremos que vengan, pasen una buena tarde y nos alegren, aunque sea solo unos días, la debacle poblacional.