Bienvenido al cementerio

Mal asunto cuando uno de los principales reclamos turísticos que concita a no pocos curiosos es recorrer el camposanto, pisar en el contorno de las tumbas y reconocer quién o quiénes moran bajo una lápida de mármol o bajo un metro de tierra apelmazada por la lluvia, alguna pisada de un descuidado visitante, o por el simple paso del tiempo.

Pero es cierto, visitar el cementerio siempre llama la atención. Hay una especie de morbo que incita a cruzar esa vieja puerta de hierro y recuperar la memoria de aquellos que entraron entre las lágrimas de sus familiares para quedar atados a su interior en cuerpo, que no en alma.

Pero hasta en ese espacio, tan terrenal, los más ricos y los más pobres han querido evidenciar su condición. En la tercera edición de las visitas teatralizadas que se han presentado en los últimos días en el camposanto leonés, volverá a apreciarse quién se fue al otro mundo (mejor o peor, según las creencias) rodeado de capital y quién se despidió desde la humildad, cuando no desde el propio anonimato. En ambos casos, eso sí, con idéntico final.

En esta nueva edición de visitas turísticas quienes en medio de la noche caminarán por el cementerio leonés revivirán a su paso hechos históricos como el accidente de Torre del Bierzo, donde los incontables fallecidos resultaron ocultados por la dictadura; revivirán la memoria de la primera taxista de España, o sentirán el sentimiento que desprende el monumento a los represaliados.

Revivir el pasado, aunque sea en el cementerio, permite en ocasiones recomponen las piezas perdidas de la historia y ordenar de forma correcta los acontecimientos transcurridos hasta alcanzar el presente.

Visto lo visto y atendiendo al éxito de este tipo de visitas a esta tierra desolada (tan desolada, que una localidad con 180 habitantes como Santibáñez de la Isla no ha dudado en salir por su cuenta a la calle para denunciar todos los males de la España vaciada), no vendría mal recuperar todos sus cementerios.

Sería beneficioso en un doble sentido. Por un lado, se recuperaría la memoria y la historia olvidada de quienes con su esfuerzo tejieron el entorno social y económico hasta dar valor a una tierra siempre comprometida y en problemas, pero en algún instante viva y entusiasta.

Esa sería la vertiente más social, porque a ella se podría sumar el interés por imponer nuevas y quién sabe si atractivas 'rutas del cementerio' a lo largo de la provincia. Rutas que de algún modo permitirían atraer público hasta los despoblados municipios y puede que por extensión desde el propio cementerio iniciar la recuperación en una 'España vaciada' a la que por el momento no se encuentran soluciones.

La reconquista del León olvidado, amplio y extenso, puede que no pase por mantener los centros de salud (los mismos a los que ahora se quiere suprimir en un extraño concepto de ahorro y reorganización); quizá tampoco sea suficiente con un implante tecnológico pedido y prometido, pero que nunca acaba de llegar, o por la mejora de las redes de comunicación provinciales, hoy en estado penitente.

Quizá ese no sea el camino, quizá el camino parta de los propios cementerios, de las historias allí perdidas y de la memoria de quienes las protagonizaron. Y desde el mismo cementerio, resurgir de las cenizas. De momento, en la capital el éxito parece asegurado.