La banca, con problemas
«Los bancos tradicionales, operando desde una posición de supuesto privilegio durante décadas, han dado lugar a una cultura de relación con el cliente que ya no resulta aceptable»
No pinta bien para la banca desde que, a consecuencia de la gran crisis, el BCE redujera a mínimos el precio del dinero para dejarlo ... finalmente en tasas negativas. Cuando el dinero es gratis, o cuando incluso los depositantes pagan por tenerlo en las instituciones de crédito, obtener rendimiento de las tareas de intermediación es muy difícil, si no imposible. El viejo y clásico circuito en el que los ahorradores depositaban sus recursos en los bancos a cambio de una retribución que les permitía 'vivir de renta' en tanto los bancos prestaban a los inversores, emprendedores que habían de pagar un interés por el capital y que con aquel dinero acometían rentables aventuras, ha concluido.
La gran banca española ya solo subsiste con las comisiones. Los ocho bancos españoles que cotizan en la Bolsa -Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Banco Sabadell, Bankinter, Bankia, Unicaja y Liberbank- ganaron en conjunto 13.875 millones de euros en 2019 –un 18,5% menos que en 2018–. Los seis bancos del Ibex35 ganaron 22.292 millones (571 millones más) con las comisiones que cobran a sus clientes y usuarios por servicios y productos.
En cambio, los ingresos de esas ocho entidades procedentes de la actividad bancaria más tradicional –dar créditos y tomar depósitos– continuaron descendiendo el año pasado casi un 2% por el impacto de la política monetaria. Según explicaba el ABC, los beneficios parecen a simple vista voluminosos, pero esconden debilidades: «Pese a esas ganancias, la banca española ofrece de media una rentabilidad del 7,12%, por encima de la media europea pero por debajo del coste de capital, de entre el 8% y el 10%, de forma que para los inversores no es atractivo invertir en el sector.
Por eso las acciones de todas las entidades –salvo Bankinter– cotizan con importantes descuentos sobre su valor en libros». La posición de la banca europea en general frente a la norteamericana es de gran debilidad «por su raquítica rentabilidad y la falta de consolidación. Junto a otros factores, la política de tipos de interés cero del Banco Central Europeo (BCE) y las trabas regulatorias agudizan esas dos debilidades, que hacen que la banca europea haya quedado rezagada frente a la de Estados Unidos».
No se puede ocultar, en fin, que la vetusta institución bancaria, que todavía mantiene una red física de oficinas de bajísima productividad y que cobra comisiones injustificadas por servicios de casi nulo valor añadido, está en franca y visible decadencia. Entre otras razones, por la emergencia de las 'fintech', que están en auge gracias a las nuevas tecnologías y que cada vez ofrecen más servicios a los clientes.
Lo ha explicado Enrique Dans con diáfana claridad: «Hoy, un banco es desde una minúscula 'fintech' recién creada, hasta una empresa de telecomunicaciones, una compañía de electrónica de consumo o unos grandes almacenes. Todos podemos ser un banco, y de hecho, el serlo posibilita introducir en nuestro negocio, sea el que sea, muchos elementos que pueden plantear un valor diferencial y un nivel de comodidad potencialmente relevante para nuestros clientes. A medida que el 'machine learning' se desarrolla y se aplica al negocio bancario, más y más prestaciones dejan de ser una oscura o poco conocida característica de la operativa, y pasan a ser una 'commodity' a la que cualquiera puede acceder.
Los bancos tradicionales, operando desde una posición de supuesto privilegio durante décadas, han dado lugar a una cultura de relación con el cliente que ya no resulta aceptable, y que se están mostrando incapaces de redefinir. Cualquier 'fintech' es capaz de explicar mejor y de manera más transparente su negocio a los clientes que como lo hace un banco tradicional».
El pronóstico es, pues, pesimista para los bancos tradicionales: todas las compañías se van a convertir en bancos. Muchas grandes tecnológicas ya financian a sus clientes, les conceden créditos, les aseguran negocios e inversiones. En cierta medida, la banca va incorporada a las nuevas tecnologías y a las más modernas actividades. Y ello debería ser el gran acicate de la banca moderna: renovarse o morir.
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