La banalidad de la locura
CRÓNICA DEL MANICOMIO ·
«La calle está llena de personas a quienes los psiquiatras, que entienden cada vez menos, les diagnosticarían enseguida de psicóticos si realmente los comprendieran»En 1963 Hannah Arendt publicó un libro polémico. 'La banalidad del mal' resultó muy controvertido porque se interpretó maliciosamente que calificaba de banales los asesinatos ... de judíos en los campos de exterminio. En realidad, venía a subrayar que los asesinos no le parecían psicópatas malvados sino personas más bien vulgares. Y nos ponía sobre la pista para que cualquiera de nosotros pudiera deducir de la lectura, sin necesidad de que lo hiciera la autora, de que sin ser estrictamente depravados podemos ejercer la maldad hasta extremos insospechados. Todo es empezar.
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El concepto homólogo de 'la banalidad de la locura' está expuesto a igual suerte. Viene a sostener ideas que rompen con muchos prejuicios sobre la locura y que molestan al común de las gentes, pues los prejuicios nacen del gusto, del miedo y de la comodidad, no de los accidentes. Lo primero que comunica es que los locos no son personas excepcionales sino sujetos como nosotros. Ante todo, no son enfermos, que es el reducto donde queremos confinarlos como si fueran portadores de un virus peligroso, en todo caso el transmisor de una lucidez especial. Son locos banales que, por circunstancias particulares, han cambiado la sintaxis de su sinrazón, han aumentado su sufrimiento y han profundizado su soledad.
Lo que la banalidad nos indica también es que se puede ser loco sin estarlo. La calle está llena de personas a quienes los psiquiatras, que entienden cada vez menos, les diagnosticarían enseguida de psicóticos si realmente los comprendieran. Pero si uno se desprende de esa arma arrojadiza que es el diagnóstico, comprueba enseguida que, si sales desarmado a la calle, la mayoría de las personas parecen locas y lo son. No es solo que muchos normales estén locos, sino que muchos locos viven tranquilamente como normales. Sin desentonar ni hacer mal a nadie. Beckett dijo que todos nacemos locos y algunos siguen siéndolo toda la vida. Esta opinión está más cerca de la verdad, pero hay que protegerla procurando no definir la cordura. A lo sumo podemos decir que el cuerdo es un loco social y colectivo, mientras que el loco es un cuerdo solitario e individual.
La locura merece un lenguaje inclusivo que de cuenta de su banalidad. Y en esa lengua prometida no hay que formular loco/loca, sino loco/cuerdo, pues en esta materia los géneros no son del sexo sino de la razón. Cuerdo es un género que en cuanto tiene ocasión somete al género loco a sus dictados y, si no obedece, le pone a tratamiento. Las relaciones entre locura y cordura son como las del hombre y la mujer. Relaciones de opresión y dominio. Toda la psiquiatría se sostiene sobre el androcentrismo. El feminismo, las reivindicaciones LGBT y la psiquiatría crítica son un mismo proceso. La lucha contra el androcentrismo es la misma que guía la emancipación de la locura. Tal es la banalidad a la que me refería.
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