Mutualizar a Jessica
«¿A cuánto tocamos entre todos para sostener una bonita historia de amor? ¿A unos miserables céntimos?»
Si lo miras bien, tiene su lógica. Una lógica a lo Ábalos, arquetipo del político trepa, un punto indocumentado, de los que dieron el salto ... de pegacarteles a candidato a fuerza de peloteo puro. Solo hay que ver el currículo: profesor de educación primaria en excedencia, dice. En excedencia eterna, porque ha encadenado cargos desde 1983. No has visto un aula en tu vida, Ozélui.
Pero Ábalos, en esa lógica de pisamoquetas privilegiado, piensa: «Si mutualizamos la deuda de las cajas de ahorros para no quebrar el país entero; si mutualizamos la deuda de Cataluña aunque tengamos que condonar a diestro y siniestro; si mutualizamos los excesos de las contrataciones de la época covid porque era lo que tocaba... ¿por qué no mutualizar a Jessica?».
Y así es como Jessica pasa a convertirse en gasto de representación con cargo al Estado. Que somos todos. ¡Qué bella es la mutualización!
Tampoco hay que exagerar, ojo. Que fueron 16 viajes oficiales, un alquiler, dicen, de 2.700 euros al mes durante tres años y dos contratos en empresas públicas para que Jessica empezara a construir su currículo, que ya está a la altura del de Ábalos: no acudió a currar ni un día.
Si lo sumas así, a lo bruto, pues es un escándalo. Pero, ¿y si lo mutualizamos? ¿Eh? ¿A cuánto tocamos entre todos por sostener lo que era una bonita historia de amor? ¿A unos miserables céntimos? ¿Acaso es eso un precio exagerado para agradecer la vocación de servicio público de un hombre hecho a sí mismo, de un hombre sometido a la soledad del poder? De desagradecidos está la mutualización llena. Que le pregunten a Mazón, hay que ver cómo se ponen con él por querer mutualizar una comida en el Ventorro.
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