Aviso a navegantes, cuidado con los sondeos
Carta del director ·
Desde que comience el ciclo electoral el 21 de diciembre en Extremadura, conoceremos decenas de encuestas: el sesgo de los resultados a veces se encuentra en los detalles más sutilesMi carta de hoy es un aviso a navegantes. Porque, con el comienzo de la campaña en Extremadura cara a los comicios del 21-D, ... tendremos a partir de ahora un carrusel de sondeos y de informes y estimaciones electorales a nuestra disposición que no sabemos cuándo terminarán. También de Castilla y León. Hay que tener cuidado con esas estimaciones y los sesgos y desviaciones que pueden incluir, en bastantes situaciones nada evidentes de identificar.
Veamos un ejemplo fácil de entender, uno que afecta al CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). Quizás la mejor prueba de que este instituto público no tiene bien ecualizada su obligada posición de imparcialidad política y partidaria es la exagerada representatividad de los encuestados con recuerdo de voto del PSOE en las últimas elecciones generales que participan en la práctica totalidad de sus estudios. Y me explico.
En aquel año, en 2023, las urnas arrojaron el siguiente resultado: 8.160.000 votos para el PP, 7.821.000 para el PSOE, 3 millones para Vox y 3 millones para Sumar. En porcentajes: 33% para PP, 32% para PSOE y 12% para las fuerzas tercera y cuarta. Cuando uno repasa los estudios del CIS (tomemos los seis últimos publicados y el sondeo electoral de Extremadura, pero podríamos ir más hacia atrás), puede comprobarse el número de encuestas realizadas y su segmentación. Por sexo y edad, la distribución encaja más o menos con el reparto real de la población en España. Mitad hombres y mitad mujeres, con mayores porcentajes de población entre franjas de edad medianas y pesos más o menos constantes entre territorios con diferente población, que en todo caso luego pueden ponderarse. Porque lo básico es que esa muestra de miles de personas refleje lo mejor posible la realidad social. Tendría poco sentido que un sondeo en España contara con un 60% de mujeres y un 40% de hombres, dado que esa no es nuestra realidad demográfica. O con un 25% de jóvenes entre 18 y 25 años, cuando nuestra pirámide de población no muestra esa figura, sino la propia de los países envejecidos…
Sin embargo, cuando uno mira a cuántas personas han preguntado desde el CIS en todos esos estudios según su recuerdo de voto, paradójicamente, siempre sale, y además con mucha diferencia, que los más consultados son los que recuerdan haber votado al PSOE. ¿Cómo puede ser? Tomemos cualquier de los últimos estudios, que son de varias temáticas. En todos ellos, incluida la encuesta electoral de Extremadura, las personas que dicen haber votado al PSOE superan porcentualmente con mucho a las que realmente lo hicieron. En el estudio que marca el índice de confianza del consumidor de octubre pasado se hicieron 2.453 entrevistas. Recordaban haber votado al PP 433; al PSOE, 648, a Vox 144 y a Sumar 264. Está claro que la opinión de los partidarios del PSOE está representada con un 50% más de peso que la de los votantes del PP, cuando en 2023 hubo 300.000 votantes del PP más que del PSOE.
¿Pero por qué sucede eso? El CIS llama a los candidatos a responder a sus encuestas y va ajustando los porcentajes por sexo y edad para que esos dos parámetros encajen en la realidad del país. Si tiene muchas mujeres, algunas llamadas aleatorias las descarta porque son de mujeres, para compensar. O al revés. Y con la edad lo mismo. Pero a partir de ahí, todo lo demás es lo que salga. El nivel de estudios o de ingresos, cuando la muestra está realizada aleatoriamente, también suele representar con cierta proximidad el universo objetivo. Así venía sucediendo hasta que el CIS comenzó a perder crédito y a sufrir un impacto negativo en su reputación, merced en gran medida a las pautas que introdujo su actual presidente, José Félix Tezanos. Lo anterior (la falta de fiabilidad) es algo que nace de sus propias decisiones, de las del CIS quiero decir, cuando establece cambios en la formulación y la cocina de los sondeos, cuando elige preguntas concretas, sobre unos temas y no sobre otros, etcétera. Pero también se trata de un fenómeno que se alimenta, lógicamente, por parte de los partidos de la oposición y desde los medios de comunicación. El CIS no es de fiar. Al menos para una parte.
Ahí es donde, según he podido contrastar con expertos en la materia, se produce el problema. Es el sesgo de no respuesta. Si determinados ciudadanos no quieren responder al CIS porque no lo consideran neutral, el CIS trabaja cojo. Tiene todo el sentido porque, una vez el ciudadano consultado encaja en el perfil de hombre o mujer de esta u otra edad, a partir de ahí todo lo demás será lo que cuente ese ciudadano. Sucedería igual si resultara que los ciudadanos con pocos estudios, por el motivo que fuese, no quisieran atender al CIS, que desparecerían de los estudios sociológicos del CIS. Pero no de la realidad. Digamos que esa mala reputación ha adulterado la necesaria aleatoriedad con que se trabaja en esta especialidad. ¿Qué consecuencia automática tiene lo anteriormente descrito? Pues que desde el trabajo del CIS se puede conocer con mucha más cantidad de datos, y por tanto con más precisión, lo que opinan los votantes del PSOE. Exageradamente además. ¿Y algo más? Pues lo que he dicho, que los votantes de PP o de Vox cuelgan el teléfono al CIS y no salen en las encuestas. Y eso afecta sensiblemente a la fiabilidad de los resultados y sus conclusiones.
Cienfuegos, cine de máxima intensidad
Es imprescindible que esta semana dedique unas palabras a José Luis Cienfuegos, director de la Seminci, fallecido en Madrid el pasado 2 de diciembre. Y lo hago porque considero que, al margen de su absorvente personalidad, merecerá ser recordado como un profesional volcado obsesivamente con su responsabilidad, con su festival y con el cine. Esa intensidad es oro puro en todas las facetas que rodean la gestión cultural. Él la tenía. Se veía desde lejos.
Discutimos en alguna que otra ocasión. Y de manera agria. O tozuda más bien. Sospecho que todos los que aprecian a Cienfuegos lo han hecho alguna vez, discutir con él. Pero hace unos meses, cuando estábamos organizando los segundos premios de El Norte de Castilla, que entregamos en Arroyo de la Encomienda días atrás, no tuve ninguna duda de que, por su 70 aniversario, la Seminci, en una de sus ediciones de récord, debía ser una de los tres galardonados. Él recogió la estatuilla, una imagen de nuestro vocero, orgulloso y dirigió unas palabras de sincero y honrado agradecimiento a la cabecera, sin la que seguramente no se entendería el festival ni tantas otras cosas de la historia reciente de Valladolid. Le di las gracias al terminar el acto y, como si fuese un intercambio de camisetas entre futbolistas al acabar un partido, él también elogió mi discurso de bienvenida al comienzo de la gala.
Hubo más directores de la Seminci y vendrán otros nuevos, pero Cienfuegos, a pesar de su, por desgracia, corta trayectoria en Valladolid, ocupará un lugar destacado en nuestro recuerdo. Desde luego que en el mío lo tiene. En un palco y con su placa. Julio Cienfuegos, el cine de máxima intensidad.
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