
El lenguaje
Alfredo Barbero
Sábado, 18 de enero 2025, 13:45
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Alfredo Barbero
Sábado, 18 de enero 2025, 13:45
Después de llamar a Sancho Panza «prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda», por toda la retahíla de refranes que soltó a propósito de lo que podría ocurrir en la boda del rico Camacho con la bella Quiteria, estando tan loco como aparentaba el ... rechazado por el padre de la novia, el pastor Basilio (que «no tenía tantos bienes de fortuna como de naturaleza»), el escudero respondió a Don Quijote:
«–No se apunte vuestra merced conmigo –respondió Sancho–, pues sabe que no me he criado en la corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que, ¡válgame Dios!, no hay para qué obligar al sayagués ['dialecto del Sayago, comarca entre Zamora y Salamanca, fue usado por Juan del Encina para hacer hablar a sus pastores; más tarde se convirtió en el lenguaje convencionalmente tosco con que se expresaban los rústicos en el teatro'; nota al texto] a que hable como el toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto del hablar polido».
Terció entonces uno de los estudiantes con los que estaban hablando y que caballero andante y escudero habían encontrado en el camino (Capítulo XIX de la Segunda parte. Quijote, RAE, 2015):
«–Así es –dijo el licenciado–, porque no pueden hablar tan bien los que se crían en las Tenerías y en Zocodover como los que se pasean casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor ['en el claustro o en los coros de las catedrales solían reunirse damas, galanes y ociosos en general'; nota al texto], y todos son toledanos. El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda: dije discretos porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, por mis pecados, he estudiado cánones en Salamanca, y pícome ['me enorgullezco'; nota al texto] algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes».
¡Toda una declaración de estilo literario por parte de Cervantes! Y de buenas formas. Claridad, llaneza, elegancia, discreción y palabras certeras, con capacidad expresiva. Espléndido consejo que llega fresco hasta este siglo XXI para la literatura, la ciencia, la enseñanza, los medios de comunicación, Internet, las redes sociales, la vida. Y que también se podría aplicar a la política, si el lenguaje político no fuese un muy poco discreto arte del engaño.
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