Me borro
«La cosa va mal si pretendes ir a un gimnasio y, al entrar, te encuentras con algo similar a la antigua discoteca Paco Suárez»
Y no vuelvo más. Porque uno enfila el sendero del sacrificio, tratando de lucir palmito en las terrazas de Cascajares o la Plaza Mayor, y ... tiene más tentaciones que los chavales estos de la isla de Telecinco. Voy a recapitular para centrarles y llevar un orden que todos puedan entender, que estarán ustedes en clave electoral: me apunté al gimnasio. Decía el médico que a partir de cierta edad (y debía hablar de la mía, porque me lo contó como los novios que dicen lo de «no eres tú, soy yo») hay que hacer ejercicio de fuerza. Así que, como soy obediente en lo que a la salud se refiere, me hice con un chándal pintón y un par de camisetas, abandoné la caña de media tarde y enfilé la Acera de Recoletos resignado a mi suerte. La elección de la sala vino determinada más por la compañía que por un concienzudo estudio: mis últimas tentativas de tener una buena relación con las pesas habían durado poco más de un mes, y entendí que ir con compañeros era la única manera de obligarme.
«Venga, con ganas desde el principio», me decía. Como los candidatos municipales. Pero la cosa va mal si pretendes ir a un gimnasio y, al entrar, te encuentras con algo similar a la antigua discoteca Paco Suárez. Si me llegan a decir que la barra está al fondo, pensaría que me había equivocado de local. Ahora resulta que vas a un sitio a hacer deporte y la luz forma parte activa de la decoración. ¿Por qué aquí no avisan de que los efectos estroboscópicos pueden causar confusión, como hacen en Netflix? Que uno sale como cuando se monta en las ferias en el cacharro del meneíto. Sirva de muestra que el primer día estuve media hora buscando el Campo Grande y pilla enfrente, oiga. Y lo de la música. Y lo del pasillo. Que entras y no sabes si hacer flexiones o pedirte un ron cola. Que hay más jaleo que en las antiguas fiestas de Industriales. Jesús.
Pero no iba a rendirme. Que luego me invitan a la piscina amigos de urbanizaciones cercanas a Tordesillas o Herrera y tengo una imagen que mantener. Así que me hice íntimo del hierro. Eso sí, no sabía que había tantos tipos de mancuernas y de multitud de pesos. Hay unas, las últimas, que no las levanta ni el mazorrín de grúas «El Madrileño» que viene a recoger el coche cuando te deja tirado. Otra opción fue lo de las dominadas. Exacto, eso que en las pelis yanquis hacen los soldaditos por decenas. Pero yo no soy de dominar, qué quieren que les diga. Como mucho en el mus siendo mano. Soy más de diálogo que de imponer. Así que esto tampoco funcionó. En ese momento, mi entrenador estuvo a punto de tirar la toalla y el batido de proteínas.
Por suerte, en estos tiempos se pueden hacer más cosas. Por ejemplo, boxeo. Si te dejan guantes, como es el caso, no existen más excusas. Así que me enfrenté al saco sabedor de que daba igual los guantazos que le soltara: no me los iba a devolver. El problema es que en el de al lado tenía a un artista que si no era la reencarnación de Alfonso Cavia, el Cubi (que no, porque sigue vivito y coleando), poco le faltaba. Y por cada puñetazo que yo lanzaba con más furia y empeño que técnica, él repartía doce a una velocidad que ríase usted del de Glovo que recoge hamburguesas en el Goiko de Duque de la Victoria. Y como las comparaciones son odiosas, y yo estaba quedando a la altura del betún, abandoné sigilosamente la sala colgando los guantes del manillar.
En resumen: que renuncio. Me borro. Porque el sitio es fetén, bonito y con posibilidades, pero yo tengo la fuerza de voluntad (para esto) poco trabajada. Y si me proponen una charleta primaveral acompañada de algo fresco y unas gominolas, me hago bolita como la cochinilla de la peli de Primos, meto la bolsa deportiva debajo de la silla de la terraza y me dejo llevar. Me da que, si me llaman en unos meses para darme un baño, tengo dos opciones: quedarme en la toalla con mi camiseta y gafas de sol mientras ojeo un buen libro, o lanzarme al agua sin complejos y pensar mientras caigo a bomba: en septiembre me apunto de nuevo. Sin falta.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión