Existe un proverbio etíope que dice que «los peces descubren el agua al final». De hecho, el pez no sabe que está sumergido, ... porque representa su contexto natural. La gran revelación solo se produce cuando salen del estanque, lago, río o el océano en el que permanecen. Un momento definitivo en sus vidas. A la clase política que le ha tocado lidiar con la pandemia de la covid-19 le está ocurriendo un poco lo mismo. Encerrados en propio entorno, rituales, normas, creencias e incluso identidad viven tan inmersos en sus cargos y privilegiadas condiciones que apenas se percatan de que el agua les llega ya por el cuello. Solo así se explica la contumacia de quienes sin sonrojo nos llevan una y otra vez a la desesperación con continuos pasos en falso. Solo así se entiende la irresponsabilidad de quienes tantas veces dicen lo uno y lo contrario sin estremecerse lo más mínimo. Solo así cobra sentido que, en medio de tanto bochornoso ego de cartón piedra, ahora nadie asuma el error del libre albedrío navideño mientras se culpa a las familias y se afilan los cuchillos para la próxima batalla con el adversario político.
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Quienes nos gobiernan deben tomar decisiones difíciles, en ocasiones con información imperfecta. Por eso, no les pedimos que sean dioses, ni por supuesto que tengan todas las respuestas. Nos basta con que sean líderes responsables de la dramática situación que nos toca vivir. Salgan del agua antes de que sea demasiado tarde, antes de que los pescadores en río revuelto convenzan a los iletrados de que no les necesitamos.
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