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Militantes y simpatizantes de Vox celebran los resultados en las elecciones andaluzas anoche en un hotel de Sevilla. Rafa Alcaide-Efe
Vuelco a la derecha

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El PP y Ciudadanos tienen que definir el cambio anunciado ayer, recordando que hay una amplísima mayoría social a favor de la moderación y el Estado autonómico

El Norte

Valladolid

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Lunes, 3 de diciembre 2018, 09:15

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Las elecciones al Parlamento de Andalucía dieron lugar ayer a un vuelco político en la autonomía y en España en su conjunto. La estrepitosa caída del PSOE de Susana Díaz y la irrupción de Vox en el escenario institucional fueron los hechos fundamentales del cambio operado por el 2-D. A ello contribuyó la baja participación electoral, que no es ajena a la desafección ciudadana con respecto a la política practicada por quienes creían tener asegurada la continuidad en el poder. La victoria socialista se convierte en derrota ante un arco parlamentario fragmentado entre cinco opciones más igualadas que nunca. La sintonía entre Sánchez e Iglesias no puede trasladarse al Gobierno de la Junta porque no suma. Díaz no puede hacer valer su primer lugar en el 'ranking', y no tiene otro remedio que pasar a la oposición junto con Adelante Andalucía. Ello a pesar de que esté por ver la capacidad del PP, Ciudadanos y Vox para articularse como alternativa de gobierno. El revés padecido por los socialistas andaluces resta tanto oxígeno al Gobierno Sánchez, que este no tiene más remedio que plantearse el final de la legislatura. La voladura previa de cualquier solución trasversal de gobernabilidad –la quiebra absoluta de la sintonía inicial entre Ciudadanos y Susana Díaz– ha devuelto la política española al eje izquierda-derecha en toda su crudeza. El escrutinio de ayer impulsa a Vox del mismo modo que la extrema derecha ha ido instalándose en el universo de otros países europeos. Hasta el punto de que ha cambiado las perspectivas y las expectativas que venían manejando los integrantes de un sistema que se había bautizado como cuatripartito. Pero no se trata solo de que haya aflorado una quinta formación. Lo más relevante del caso es que Vox introduce en el foro parlamentario andaluz, haciéndose valer como posible socio de gobierno, unos postulados que llegan a tensar los fundamentos constitucionales de la democracia española. La derecha suma. Pero del mismo modo que Vox puede sentirse tentado a defender posiciones maximalistas –por ejemplo, en cuanto a la devolución de competencias autonómicas– para hacer efectiva esa suma, el PP y Ciudadanos han de reflexionar muy seriamente sobre las condiciones de su alternativa de gobierno.

DEFINIR EL CAMBIO. José Manuel Moreno Bonilla, el candidato del PP andaluz, es el aspirante con más posibilidades para verse investido presidente de la Junta. Aunque el escrutinio de ayer se situara al margen de los pronósticos, tal eventualidad formaba parte de las hipótesis barajadas. El 2-D los populares retrocedieron en votos y escaños, y sin embargo acabaron más cerca que nunca de gobernar la comunidad autónoma. Pero ahora el PP de Pablo Casado ha de afrontar la tarea más comprometida; la definición de lo que ha de significar para el centro-derecha español el cambio anunciado ayer. Porque junto a la suma aritmética de los votos y escaños obtenidos por las formaciones que no tienen empacho en declararse de derechas, existe en España una amplísima mayoría que se inclina por la moderación, la convivencia, y la defensa del Estado social y autonómico. Una amplísima mayoría que se muestra transversal, y a la que también ha de atender Ciudadanos. Por su parte, PSOE y Unidos Podemos deberían hacer un esfuerzo para evitar enconar las relaciones con la derecha constitucionalista.

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