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María Teresa Fernández de la Vega. Ignacio Pérez
Fernández de la Vega, un ariete por la igualdad

Fernández de la Vega, un ariete por la igualdad

Quienes la conocen bien aseguran que en esa nueva responsabilidad no se puede esperar de ella otra cosa más que trabajo, trabajo y trabajo

José Miguel Blanco (Efe)

Madrid

Martes, 19 de junio 2018, 13:18

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María Teresa Fernández de la Vega podrá añadir en breve a su currículum otro cargo en el que su nombre será el primero de una mujer en la historia de España. Uno más de una lista que la hacen un ariete en la lucha por la igualdad. Pedro Sánchez ha pensado en ella para situarla al frente del Consejo de Estado, un órgano consultivo cuyas entrañas no le son ajenas, ya que formaba parte hasta ahora del mismo como consejera permanente.

Quienes la conocen bien aseguran que en esa nueva responsabilidad no se puede esperar de ella otra cosa más que trabajo, trabajo y trabajo. Ese pareció ser también su lema cuando se convirtió igualmente en la primera mujer en desempeñar la vicepresidencia primera del Gobierno de España, un cargo en el que permaneció seis años y con José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Ejecutivo.

Su nombramiento para esa responsabilidad en 2004, que llevaba aparejada la tarea de portavoz del Gobierno, fue una auténtica sorpresa y un símbolo de la apuesta por la paridad a la que el presidente se había comprometido. Una apuesta que Sánchez ha renovado y aumentado no sólo en su Gabinete, sino también en los segundos niveles de la administración y en instituciones como la Fiscalía General del Estado y ahora el Consejo de Estado.

Nacida en Valencia el 15 de junio de 1949, se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y se doctoró por la Universidad Central de Barcelona antes de ingresar en 1974 en el Cuerpo de Secretarios Jurídicos Laborales y convertirse después en una de las primeras mujeres miembros de Justicia Democrática, embrión de la asociación progresista Jueces para la Democracia.

No era una desconocida cuando llegó a la vicepresidencia del Gobierno porque había desempeñado ya puestos de relevancia en los gobiernos de Felipe González, como el de secretaria de Estado de Justicia, y había formado parte del núcleo duro del grupo socialista del Congreso en la última legislatura con José María Aznar al frente del Gobierno.

En pocos meses se ganó a gran parte de la opinión pública y fue uno de los miembros del Ejecutivo más valorados en las encuestas pero también de los más temidos por algunos altos cargos del Gobierno. Sus llamadas al orden, cuando no auténticas reprimendas, en las reuniones semanales con los subsecretarios y secretarios de Estado trascendieron en más de una ocasión.

Como coordinadora de la acción de los ministerios fue la cabeza visible del Gobierno ante cuestiones tan dispares como las gestiones para la liberación del pesquero español Alakrana en aguas del Índico, las medidas preventivas ante la amenaza de la gripe aviar o la ayuda española a consecuencia de catástrofes como el terremoto en Haití.

Encargada de manejar las difíciles relaciones del Ejecutivo con el Vaticano, fue también junto al propio Zapatero quien abanderó la lucha por la igualdad. Una sucesión de tareas que le llevó a hacer horas extras y a que la luz de su despacho fuera una de las últimas que se apagaran en muchas ocasiones en el Complejo de la Moncloa.

Cuando abandonó el Gobierno no sólo pasó a desempeñar un puesto como consejera permanente del Consejo de Estado, sino que, como presidenta de la Fundación Mujeres por África, quiso mantener una labor destacada en favor de las mujeres más desfavorecidas en este continente. A otras zonas del mundo como Latinoamérica realizó también cada año una gira en pleno verano en su etapa como vicepresidenta para intentar afianzar las relaciones bilaterales con varios países y conocer también las necesidades de sus colectivos más desfavorecidos.

En esos viajes no pudo evitar algunas lágrimas como cuando visitó en Managua La Chureca, el mayor vertedero a cielo abierto de Latinoamérica, y comprobó in situ las condiciones de vida de las personas que allí residían y trabajaban. Siempre ha asegurado que los cambios en política hay que afrontarlos con normalidad y que todos los cargos de este tipo tienen que asumir que un día determinado ha de llegar la salida. Para ella ahora llega otro día, el de su inminente llegada a la Presidencia del Consejo de Estado. No será un terreno desconocido.

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