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Pedro Sánchez, en la Cumbre del G20 en Osaka (Japón). REUTERS
Sánchez prefiere ir a elecciones antes que ceder ministros a Iglesias

Sánchez prefiere ir a elecciones antes que ceder ministros a Iglesias

Los socialistas reconocen que es un movimiento de alto riesgo porque pueden mejorar su posición pero se puede complicar más el tablero

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Domingo, 30 de junio 2019, 00:16

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Nadie la quiere, o eso aseguran públicamente, pero la repetición electoral empieza a manejarse en el PSOE como algo más que un elemento de presión a Podemos. Dos meses después de las generales del 28 de abril, la tensión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha alcanzado un punto de difícil retorno. El presidente del Gobierno en funciones ya ha trasladado a su entorno que ceder ministerios al partido de izquierdas no es para él una opción. Y el secretario general de los podemistas se mantiene firme en su exigencia: sin Ejecutivo de coalición no habrá apoyo a la investidura. Los colaboradores de uno y otro aseguran que ninguno de los dos va de farol. «Al final en política, casi siempre se trata de escoger el mal menor», dice un dirigente socialista.

Los más optimistas en la formación gubernamental entienden que, como le ocurrió a Mariano Rajoy en 2016, Sánchez saldría reforzado de un nuevo encuentro con las urnas y Unidas Podemos perdería buena parte de los 42 escaños que tiene en la actualidad. Eso, argumentan, restaría legitimidad a Iglesias para seguir defendiendo su cuota en el Consejo de Ministros. Pero la clave para estar dispuestos a que los españoles vuelvan a votar sería, según fuentes de la ejecutiva, más de fondo. «Meter a Podemos en el Gobierno ya es un problema en sí mismo; si a eso le sumas que para completar la mayoría necesistas el apoyo de los independentistas, lo aconsejable es formar Gobierno al menos sin el primero de los problemas», argumenta un responsable del partido.

Su postura no es del todo unánime en el círculo más cercano a Sánchez -en el que hay quien cree que nombrar ministros de Unidas Podemos podría servir para «neutralizar» a Iglesias y arrebatarle algunas banderas- pero sí es la que defiende el propio presidente del Gobierno en funciones, según ha dejado entrever en los últimos días, y la que comparte la mayoría la dirección socialista, a la que, por otro lado, apenas se le ha concedido voz en este asunto desde la Moncloa.

«Quienes hemos ganado las elecciones somos los últimos en querer repetirlas -planteó en 'La Vanguardia' el secretario general un día después de su último encuentro con Iglesias-. Otra cosa es comulgar con ruedas de molino». El órdago que lanzó el jueves la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cuando avisó de que si no hay investidura en julio no habrá una segunda oportunidad en los siguientes dos meses y se irá directamente a elecciones, apunta en esa misma dirección. Aunque la amenaza tiene más de estrategia para domeñar la voluntad de los podemistas que de posición inamovible.

En el fondo, en el PSOE son conscientes de que ir a una repetición supone asumir un riesgo claro. «Puedes ganar más escaños -dice un diputado con años de experiencia orgánica- pero puedes perder el Gobierno». La tesis general es que a ellos les iría bien, pero al PP, probablemente, también porque recuperaría voto de Ciudadanos y de Vox. Algunos subrayan, además, que en abril el temor a la formación que lidera Santiago Abascal fue muy efectivo. Pero ni entonces ni en las autonómicas de mayo la representación la extrema derecha alcanzó unos resultados acordes con las expectativas creadas, lo que podría repercutir en la movilización del conjunto de la izquierda en general y de los votantes socialistas en particular.

Ese análisis lleva a algunos a admitir que si Iglesias se moviera algo de sus posiciones y renunciara, por ejemplo, a ocupar personalmente un ministerio, podría abrirse una grieta en el frente socialista. Pero dudan de que Sánchez vaya a ser sensible a las dudas que se le puedan plantear desde dentro del partido. «En realidad, hemos empezado a ser verdaderametne conscientes de lo complicadas que estaban las cosas en esta última semana -confiesan desde Ferraz-; pero ahora la apuesta es ir a la investidura cuanto antes y abrir una nueva fase a ver qué pasa».

«Muy rápido»

El martes Sánchez se reunirá con la presidenta del Congreso, Merixell Batet, para acordar la fecha de una investidura que ya se presupone fallida. «Va a ser todo muy rápido», dicen en el partido. En la mente del jefe del Ejecutivo estará, indefectiblemente, calcular el momento idóneo para que los españoles ejerzan de nuevo (eventualmente) el derecho al sufragio.

A partir de la primera votación en el Congreso, si ni entonces ni 48 horas después el candidato obtiene la confianza de la Cámara, empezará a correr el plazo de dos meses que señala la Constitución para tratar de llegar a un acuerdo. En el caso de que pasado ese margen las cosas sigan como ahora, el Rey disolverá las Cortes y convocará elecciones que tendrán lugar 47 días después. Eso significa, por ejemplo, que si el debate de investidura empieza el 8 de julio y se vota el 9, los comicios podrían tener lugar el 27 de octubre.

En Unidas Podemos avisan de que no se dejarán afectar por la presión de la cuenta atrás y que de ningún modo se conformarán con lo que, hasta ahora, les ha ofrecido Sánchez: estar en el Ejecutivo pero en segundos niveles de la Administración. «¿Qué sinvergonzonería es esa? -replican- ¡En la Administración Pública se entra por oposición!». El partido de Iglesias justifica sus demandas con el argumento de que sin su presencia en el Gobierno, el PSOE acabará escorando a la derecha. «Da igual lo que firmemos, será un pacto escrito sobre hielo», dicen.

Además cuestionan que el electorado progresista les vaya a culpar de la falta de etendimiento. A su favor, para este último punto, cuenta que no es el único partido que acusa a Sánchez de estar adoptando una actitud prepotente. Rafa Mayoral recordó ya el viernes que él mismo líder socialista defendió en 2016, como reproche a Rajoy, que el responsable de sumar votos es el que tiene que formar gobierno. «No se pueden utilizar diferentes varas de medir; hay que ser coherentes», exigió.

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